LA VIDA EN VANO

El DIOS JUVENIL

Del verano sesenta once, de el carnaval de ebrias mariposas apagadas.
Hasta la tela enredada de la bermeja Julieta que espera inquieta al hombre mermelada.
Y de los pajaritos enlistados al servicio militar.
Cada vez que pronuncian tu nombre con J. o con H. nunca me importa mientras que las lenguas esten siempre ungidas, simpre limpias.
Un tren a Santa Sicilia, se pierde, en un burdel se olvida.
Carmela tenía un horror primaveral que le sonreía, y ella sabía, y ella sabía.
Por su parte, Estefanía, dibujaba bajo los efectos del hechizo de las Ménades, un paraíso de la cólera, enlutado con abismos cercenados y diamantes enfurecidos. Cada cloaca infernal se pudrió en su boca de cereza perdida, y en los gluteos de sirena maldita dejé mi mordedura.
Del verano, y del carnaval, y cuando las hordas tocan cítaras en el bosque y los caballeros nos buscan en el destierro.
Sangra mi facón, es el canto de las tropas. Es el canto de la zorra y de la coneja loca, en el centro de una ciudad de rocas.

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