Subo al piso de arriba.
Abro una puerta asalmonada
hasta comprobar que discuten
dos compañeros de trinchera:
La Locuacidad y el Silencio:
Son pareja de deshecho.
La Locuacidad:
Me tienes harta Silencio.
Voy a la cocina, Silencio.
Voy al comedor, Silencio.
Voy al baño, más Silencio.
Este atronador silencio que abarca
cada rincón de esta casa
va a acabar con mi salud.
El Silencio:
No contesta.
La Locuacidad:
¿Ves, me entiendes cuando me desparramo
desesperada de tanto despilfarro desmadrado?
Tu mudez, ya no digo silencio, me desboca
como caballo que al viento no sabe dónde va.
¿Qué puedo hacer para, al menos, recibir el eco
de alguna de las palabras que necesito proferir,
si no me desgañito hasta el último aliento?
El Silencio:
Hace mutis por el foro. Da la callada por respuesta.
La Locuacidad:
¡Ea, pues ya está, no tengo más paciencia,
tú lo has querido!
¡Ahora mismo, nada más salir del trabajo cojo
a los niños (Taciturno y Facundia) y me los llevo
a casa de mi madre (Desenfrena), que con ella
seguro que estoy en mi salsa, cocina tan bien!
El Silencio:
Levanta el mentón como en ademán de hablar pero...
La Locuacidad:
¿¡Qué, ibas a decir algo!?
El Silencio:
Fin.
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Autor:
Albertín (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 5 de septiembre de 2019 a las 15:26
- Comentario del autor sobre el poema: Cuando pasa un tren, apoyarse en el silencio de un alféizar es la opción.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 45
- Usuario favorito de este poema: Anton C. Faya.
Offline)
Comentarios1
En el piso superior
la locuacidad se altera
y el silencio ni se inmuta
ya que él nunca se entera.
Linda noche, Albertito.
Igual te deseo Pensamiento.
Un saludo
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