Neurosis en el desierto

Joseponce1978

No hay cura para la neurosis en el desierto. La arena y los espejismos están muy blandos para romperse en ellos la crisma, por ende, no ha lugar al derrame maxilar sin anestesia en su vasta planicie. ¿A quién pretende picotear una cabeza sin pollo cuando los jorobados camellos han aligerado el paso para sortear todo un escollo tan primigenio? Pese a que una duna desprevenida puede ser corneada por la becerra cabeceadora de ilusiones infundadas, su herida de triple trayectoria descendente cicatriza antes de ser abotonada la camisa de fuerza. Nadie debería enterrar un tesoro en las dunas porque éstas son desplazadas por firmes soplidos y al ir a buscarlo no será capaz de dar con su paradero, la x del mapa habrá cambiado de posición y cualquier esfuerzo por recuperarlo resultaría infructuoso. Es improbable superar lo insuperable, hasta ahora el infinito no ha sido rebasado por la voluntad. Si nos atenemos a criterios tan sólidos como la velocidad o la dirección del viento, siempre que no hayamos dejado pasar demasiado tiempo, tal vez podamos determinar la distancia recorrida por la duna hasta acotar un radio de búsqueda lo sufientemente reducido como para comenzar a escarbar con ciertas garantías. De ello se desprende un regusto de incertidumbre, sobre todo teniendo en cuenta la dificultad añadida de realizar la ardua tarea siendo empujado por el rebufo de un jeep de 4 toneladas de peso (incluyendo la masa de la rueda de repuesto) supeditado a los designios de la trócola y el freno de mano. Si por un capricho momentáneo, al piloto del jeep se le ocurriese engranar sin previo aviso la marcha atrás, más nos vale estar atentos, o de lo contrario nada nos libraría de un aplastante retroatropello. La influecia intrínseca del sol achicharrante también juega un papel fundamental en el caso que nos atañe, pues de la intensidad con que imprima su tiranía depende en gran medida nuestra posibilidad de salir con éxito del referido embrollo. No pasemos por alto que tales vectores, en lugar de actuar de manera independiente, lo hacen simultáneamente en medio de sincronizado conchabeo, acentuando así nuestro sufrimiento al vernos afectados por un considerable aglutinante circunstancial cuyas consecuencias nunca serán mitigadas por el contenido de la cantimplora, cada vez más escaso a medida que profundicemos en el seno de la duna. Si en medio de nuestra azarosa empresa tenemos un golpe de suerte derivado de la perseverancia y al final conseguimos hallar nuestro preciado tesoro, a ver quien es el guapo que acarrea con su peso desierto a través. En cualquier caso, siempre nos quedará la opción de abrirlo a cabezazos para llevarnos solo una parte.

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