Un pueblo-.

Ben-.

Polen seco de mi infancia

remanente inexacto de tanta falacia

incongruente materia de digna alabanza

sueño torpe y meditabundo de gloria inasible.

Mirad, en qué queda todo, en lágrimas

envueltas en cartones de desesperanza.

Un sueño, sí, un sueño se abre como una lanza

en mitad del desierto, y consigue aventurarse

por más de un siglo, hasta llegar al oasis

de las bienaventuranzas.

Es entonces que las lágrimas afloran,

de tanto impedimento, de tanto sueño roto,

y de tanto impecable alimento.

Se repiten los gestos, en esta madrugada,

donde sollozan los gallos, y se estrenan

de asfalto, coronas delgadas.

Hay en mí una gran melancolía,

la de existir sólo a medias, en medio

de la nada. Un pueblo es una sucesión

magnética de no tener existencia pragmática.

La ciudad correspondería a mi ánimo,

silentes amatistas de protuberantes infortunios.

Viles salamandras las de los pueblos, donde

se escucha sólo el rocío de la mañana caer

como una manta sobre las colchas delicadas.

Donde amantes y solícitos matrimonios

cuelgan sus azadones vestidos de marinero

en la noche desmemoriada.

Un pueblo es una memoria desdibujada,

un agujero donde se meten las manzanas putrefactas.

Donde se originan caños y aguas fantásticas

de fuentes aterciopeladas.

Pero, ay!, se escucha también el sonoro

rugido del hambre, de la pasión indomable,

del aspecto fiero de tanto diapasón nocturno

y muerto.

Polen seco de mi infancia y pubertad.

Cómo os echo de menos!

 

©

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