Un cuento que me gusta contarme

andrea barbaranelli

Me siento cansado de mí

de mi cara con la que

me topo cada día en el espejo

del baño cuando me afeito.

 

Ya no puedo más aguantar

esta mi cara, la forma

de mi nariz, de mi boca,

por no hablar de los ojos.

 

La única parte de mí

que aún resiste la usura

son justamente las manos

con sus diez dedos, que yo

 

me embeleso observando

cómo se mueven y apretan

cómo agarran y acarician

cómo son suaves y duras.

 

Es por ellas solamente

que me gusta ser el hombre

que he llegado a ser después

de miles y miles de años.

 

Que la evolución lograra

un tan perfecto resultado

es algo que me emociona

y llena de felicidad.

 

Pienso en los primeros intentos

del cangrejo con sus pinzas,

en la multiplicación infinita

de patitas de la hormiga,

 

en la trompa del elefante,

en el pico de los pájaros,

y miro en fin el milagro

del índice y del anular,

 

del meñique, el medio y el pulgar

capaz de oponérseles a todos

punta con punta, aflojando

y apretando bien la presa.

 

Esto me da mucha energía.

Llego incluso a tolerar

los torpes rasgos de mi cara,

el pliegue soso de mis labios.

 

Y esto me hace hasta olvidar

los triviales problemitas

del artritis y el artrosis

que entorpecen sus movimientos.

 

En mi manos hallo el sentido

y la justificación de mi existencia,

por ellas me siento el fin de un proceso

logrado con un empeño universal y coherente.

 

Y esto, en los años finales

de mi vida individual

me hace sentir menos solo,

menos desolado y aislado,

 

justo si en mis manos pulsara

una fuerza que llega desde muy lejos

a través de millones de años

desde que estalló la primer chispa

 

o desde que, como cuentan los mitos,

fue pronunciada la primer palabra

que puso en marcha esta construcción

que sería totalmente falta de sentido

 

si no fuera por estas manos que han creado

un universo de maravillas y sueños

un infierno de lágrimas y sangre                

unas tormentas de amor y de odio.

 

Y si a lo mejor exagero un poco

y me dejo llevar por la retórica,

me absuelvo motu proprio porque de veras

son lo más infame y divino que he encontrado

 

en tantos años de vivir en este mundo.

  • Autor: andrea barbaranelli (Offline Offline)
  • Publicado: 29 de agosto de 2019 a las 06:29
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 37
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