Visitas Frías.

Ayekan

Lo que quedaba de chocolates y el libro que estaba leyendo estaban junto al teléfono. Sentada en el escritorio estaba su tristeza acumulada de hacía tantos años, sus manos como gacelas se desplazaban ágiles por el teclado, y su nariz llovía a chubascos intermitentes. Cuando se dispuso a remediar esta situación, se le ocurrieron sólo dos opciones: llamar a su confidente desde hace un tiempo a esa parte, o retornar a lo que durante años había hecho, empapar su almohada durante horas y esperar a que la hinchazón de los ojos no la delataran frente a sus pares horas más tarde.

Para cuando regresaran y llenaran de sonidos y voces la casa, su aspecto debía volver a lucir radiante, aunque nunca lo hubiese sido, debía estar intacto, casi mejor que nunca, evitando propiciar alguna sospecha del anegamiento repentino de sus mejillas.

La nieve en su ventana le recordaba que el frío penetraba aunque uno así no lo quiera, que se parece al miedo y la soledad, atacan tus defensas y no te abandonan hasta haber concluído su misión devastadora.

Aquella llamada telefónica le había vuelto a aflorar esos sentimientos que permanecían reprimidos; y aunque jamás le había gustado hacerlo, volvía a llorar como una quinceañera cada vez que debía conversar de estas cosas.

La música perfecta para el desplazamiento volátil de sus delgados dedos encajados como de memoria en cada tecla de su portátil. Cuando releía lo que iba poniendo notaba su poca precisión, y a veces se sorprendía de no poseer ninguna falta en largos párrafos. Nada importaba, ni la sintaxis, ni las palabras correctas, ¡Ni la coherencia siquiera! Tan sólo precisaba huir, evacuar este sentimiento de… ¡Ni siquiera ella lo sabía!

La melodía apresuraba su paso al ritmo de sus propios tecleos. A medida que transcurría la tarde, más serenaba su alma y racionalizaba lo que -a fin de cuentas- toda su vida había racionalizado; eternamente, como una cadena, que si flaquea, es momento para repararla y volver a dejarla tranquila por un tiempo, y parece que todas las circunstancias se habían puesto de acuerdo para visitarla ese día, e imponer que la reparación de la antigua cadena fuese ese día y -justo- en ese instante.

Para consolarla estaba su gato, pero parece que esta vez había encontrado una mejor distracción y había largado su cola de la habitación, ella tampoco lo reprendió por eso porque estaban en Agosto; naturalmente tenía que encontrar a su novia de temporada.

No sabía si sonarse o terminar de escuchar su canción favorita, finalmente venció el pasarse la manga y permanecer ahí, en silencio, escuchando más allá de los pianos y susurros que brotaban del parlante.

Su pelo reflejaba su situación, desastroso y considerablemente alborotado, pero que con el sencillo gesto de ponerse una liga, se apaciguaría, y permanecería en silencio, sin delatar a su querida muchacha.

El frío le congelaba los pies, se sacó los zapatos, acercó la pequeña estufa y se terminó de comer los chocolates. Luego hojeó nuevamente su libro, olvidado junto al teléfono y los pañuelos. Con esto, recordó lo veraces y sinceras que le llegaban las palabras del autor.

Ya había pasado, el oleaje había subido… ahora retornaba el buen clima, y las condiciones indicaban que permanecería así por las próximas horas. Ya todo había pasado, todo se había vuelto a colocar bajo los yugos y vuelto a echar a andar la máquina. Ya reparó la cadena. Y ahí estaba la muchacha como si nada, como siempre, como si nada.

El timbre la sobresaltó, cogió el envoltorio de los chocolates, se deshizo de los pañuelos delatores, se amarró el cabello en una liga, y sus ojos sonrieron ampliamente frente al espejo omnisciente.

“¡Ya voy!”  -Se apresuró a decir al tiempo que corría hacia la puerta.

Con una voz que saludaba alegremente, la muchacha se despidió del kilo de amarguras que se empeñaban en visitarla de vez en cuando arrojando hasta el último rinconcito de aire que contenían aún sus pulmones,  y mientras cerraba la puerta suavemente detrás de ella, veía salir el vaho que se perdía en la gélida noche estrellada.

  • Autor: Ayëkan (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 13 de mayo de 2019 a las 20:05
  • Comentario del autor sobre el poema: Escrito el 9 Agosto 2007.
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 35
  • Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, alicia perez hernandez.
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