Recuerdo de Rebeca

andrea barbaranelli

 

Ahorraba hasta pelando las papas.

Quitaba una piel sutil

como un velo transparente.

Ahorraba el dentífrico, el agua,

en el recuerdo, ya hecho una segunda naturaleza,

de las privaciones sufridas por su gente

en los shtetl en Polonia, en los lager

alemanes, y luego en Rusia, en los bosques, acosados,

antes de desembarcar en el paraíso de la abundancia,

más allá del océano, en la America austral.

La observaba e intentaba inútilmente de hacerle entender

que los tiempos habían cambiado, al menos donde ella vivía,

y no regresarían la carestía y la muerte por hambre.

Siguió ahorrando, comiendo las sobras, las migas de pan

como un gorrión en invierno en el alfeizar

frío de la ventana, hasta que

la abrió, esa ventana, franqueó el antepecho

y se tiró al vacío, en una furia

de dilapidación, de derroche, de despilfarro,

echando por la ventana lo más precioso

que había guardado y criado en el transcurso de los años,

demostrando una prodigalidad que no se esperaba

quien la había visto pelar la papas con tanto cuidado,

esas humildes papas tan valiosas.

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