TRES POEMAS QUE NO TIENEN NADA QUE VER ENTRE SÍ

El DIOS JUVENIL

Cuando las zarzas no humean,
y todas las botellas siguen esperándome en el mercado,
pienso: debo componer
el poema de la agresividad,
dar tumbos en la noche,
recoger mi cuerpo de un charco.
Es esta tonta alegoría de emparentar niñas desdichadamente mágicas, de las cavernas, con jadeantes licores finos que hacen retumbar cientos de tambores,
me vuelvo hacia mí y sonrío, debo dejar de todo eso
solamente el pescuezo.
Solo, en absoluta soledad.

***

Yo sé que yo fui tu basurero y que te encantaba tirarme tus cosas pero tus cosas eran tus cosas yo no tenía la culpa de que estuvieras loca y que nunca hayas solucionado nada entonces ahora me di cuenta que cuando tirabas tu basura en mí no la tirabas en mí tenías mala puntería porque el yo no existe.

***

Tardé tiempo en ver rojos árboles, canoas blancas,
campamentos de ladrillos deteriorados, mausoleos infinitos.
Me enojé con tus relieves, al sentirlos fríos,
simplemente dije melodías para que me recordasen.
Estaba yo, ungido, vomitando sangre, al lado de una silla de enfermería, donde estabas postrada, o fue solo un sueño.
Éramos pobres,
gente demasiado culta.
Sólo sé que tenías el pelo negro, largo, te enroscabas y decías "estoy mugrienta de vida, necesito pasar mis horas velando por mi embriaguez"
Nunca me gustaron esas paredes amarillas con puertas blancas de madera liviana ese olor a que todo es humano.
Yo tenía siempre en mi bolsillo una petaca exclusivamente para el olvido,
dedicada a los malos días
de sol.
Me desperté, no estabas enferma,
estabas al lado mío,
te levantaste,
miraste por la ventana
y dijiste: estar viva y no estar aquí mismo es como padecer fiebre,
cuando estoy enferma, querido, no quiero existir, quisiera que él me pregunte qué es lo que prefiero ¿soy libre al final?
Observo con atención sus almendradas nalgas, está semidesnuda... está contra el ventanal...
todo esto me remonta a una vieja historia cerca de mi madre, afuera nevaba, nunca había visto yo la nieve, tocado, olido incluso; quise salir a hundir mi cara en todo el blanco, me encontraba hambriento, ella no me lo permitió. Le cuento mi memoria a mi amada, y ella me dice: qué tonto, estamos soñando, imagina, despertate.
Esa voz me supo interesante, no era su voz, ante tal incongruencia despierto, y era un niño, y estaba mi madre y estaba la nieve. No estaba yo en el lugar y en el momento exactos.

 

  • Autor: Emil Epojé (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 14 de marzo de 2019 a las 14:33
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 18
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Comentarios1

  • Dayanara Mondragon

    Esta forma de escribir tuya me fascina. Hay mucho sentido en ellas.

    Saludos



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