ALGO

El DIOS JUVENIL

 

A veces me escrudiña y sabe decime: sufro, querido, como un bosquejo al que se le cae una ciudad sombría encima.

Hablé con el viento, dice que soy volátil, que me quemaré ¿querido, crees tú eso?

Del precipicio ha nacido
- profesa el rubor de lo perfecto:
las flores que crecen en medio del
pavimento agrietado, el agua del Ganges, la madera rechinante; ella misma.
Y yo le enseño mis lastimaduras: presumo todas mis llagas. - ¡Oriente! ¡Algún alba te amaneceré! - Escucha la cima de mi limbo, querida. Este es el jarro que yo traigo, amada. Cuencos de leche de cabra endulzada con miel, que salgas de tu consolado ayuno.
¿Qué sueño, que hemorragia se atreve a despertarme de mi descanso entero?
Gorgoteo como una inocencia sin sepulcro, que sientas el día que amanece en tu corazón, que sientas.
Que vayas al horizonte, al horizonte de tu corazón.
Allí se alimenta un ave, no la guardes, amanece en el huerto, amanece en las flores, extiende tu mano.
Celebro, querida, como en un triunfo infinito, uno que no es estéril.
El triunfo del Espíritu sobre Todo. Y me visto de gala, igualmente harapiento, pero este baile es mío, es mi fiesta solitaria.
A veces me escrudiña y sabe decime: sufro, querido, como una cáscara que es despegada, la cáscara a nadie sirve.
El ciervo vino hasta mí, y solo dejó para mí el callo, la costra, jardín lleno de apuros.
Y yo le respondo: querida, a veces recurro al espejo, y veo mi rostro, no es ceniciento, no es ámbar, no es vulgo, no es mutado.
Sufrí el bestial hechizo de la espuma borracha, de la uva que se fermenta contra el sol ¡espera ser muerta!, fui siempre pasajero, en umbrales, nunca llego a destino, eterno viajar.
Sufro, si querida ¡sufro! Como el prisma, como el pez que vuela cuando la garza lo junta, como el peregrino sin casa, solo el sol tengo.
Debo explicaciones a cien enemigos que son Yo, atrás de la caverna, yo les digo que ya pasarán, los días del mal respiro. Jamás complacería a más fantasmas. ¡que se desintegren! ¡nadie ama a aquello que no puede ser, oh no, piedad, no! Atrás de la comedia, como un espectáculo de joyas, cenáculo de barbaridades, floreció un regocijado niño, sin ánimos de ver al venado, al cruce, al símbolo con manchas, que se quedó en silencio, como dormitando en dulces sueños de majestuosidad.
¡Trance, niño, trance! ¡cuando el cielo y la tierra se separen como novios enemistados mi prisma, hombre de trabajos serios, se quebrará! ¡Junto con su llanto la tortuga se quitará de su casa, más velozmente su andar será lento! Entonces el perro me acercará su hocico, confiándome, como locos. Volveré, por promesas, a mi prado sin cerca pintada.
Mendigo. Descalzo, cruzaré por el túnel. Arriba me espera la verde colina sola, campo de girasoles, bosque con puentes colgantes, templos en ruinas, los desperdicios de la historia, ríos de pensamiento.

  • Autor: Emil Epojé (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 27 de febrero de 2019 a las 11:52
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 18
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