Momentos

Dos cuerpos se funden, dos almas, se confunden;
se desgarran y se hunden en la metáfora trivial 
de desprenderse de una parte de sí mismos.

Dos cuerpos que se engañan,
invitándose a pensar que por otro arrancarían de sus entrañas, sus más preciados anhelos,
sus sueños, sus metas y deseos.

Se engañan y se deshacen, de todo lo que poseen,
más aun, de lo que no también. 
Hasta quedar desnudos, despojados de todo dolor, de todo rencor, de toda vergüenza.
Se desvisten, solo les queda la piel y la misma piel molesta.

Se tapan entonces, de un deseo
infinito por el otro para no estar tan
desnudos, cubriendo con otro cuerpo, 
cicatrices ya lejanas que arden solo en la cabeza,
Y el deseo que no estorba en su abundancia,
les calienta el cuerpo, les detiene el tiempo, 
les resguarda el alma y les cura el miedo.

Pero tan perfecta obra no puede no tener desperfectos.
Y el tiempo que se detuvo, volvió a andar con el tiempo.
y los cuerpos quedaron juntos, pero fue solo un momento.

De momentos como estos, la vida se ve conformada,
unos tristes, otros alegres; unos intensos
otros desapercibidos, unos cuantos tan fugaces y otros rozando lo eterno,
otros tantos recordados, algunos otros tan vividos.

Pero la mayoría la gran mayoría de ellos,
caen en el olvido, en ese embudo del tiempo
para perderse en algún lugar de nuestra extensa memoria.
Otros en cambio se engarzan férreos a tu sien, profundos…

Como esa pérfida mirada; que quedó divagando,
anclada en la penumbra de una noche cálida de verano,
atenta como la brisa que entraba por la ventana anunciando la lluvia próxima,
o como el suspiro saliendo de sus labios, acompañado de aquella caricia torpe malhablada,
que con gusto a despedida revelo que se marchaba…

Y entonces allí, húmedo el cielo y húmeda el alma, comprendí en el silencio;
de aquella tímida llovizna de verano, luego de la caída de la primer gota,
que no importa que tan desnudo se encuentre el cuerpo; al alma a veces le sobra ropa…