Recuerdos II

No sería prudente saludar con un “hola” si mi conciencia lo prohíbe.

Hay días en los que extraño tu silencio,
días en los que extraño la semblanza de tus labios,
los dulces labios que apetezco,
los mismos que con gran suspiro recuerdo.

Hay días en los que las lágrimas inundan mi rostro
salen de mi cuerpo evitando apagar la llama candente de mi corazón,
y de la nada, nacen involuntariamente de mis ojos rozando mis mejillas y humedeciendo mis labios.

Esos días una agonía latente 
desemboca en la irreversible
oscuridad de mi mente
la agobia con tus recuerdos, la maltrata, le hace daño.
Hasta que de pronto sale a flote la mínima esperanza de un -más adelante-
y me aferro tanto que pierdo la noción del tiempo y la distancia.

¡Es inútil dejar de pensarte!

cuando lo intento, me acobardo tanto 
y sin más remedio vuelvo a recordarte.

Hay días tristes y alegres 
en todos y cada uno de ellos 
enfoco tu rostro a lo lejos,
me envuelvo paradisiacamente en la fragancia rosal de tu cuerpo
detallo la singularidad de tu mirada
el grosor débil de tus brazos
el color moreno de tu cuello
la dureza tenue de tus senos…
aquellos senos que confieso, hacen parte de mis más húmedos sueños.

Hay días turbios y ligeros 
y sin importar cuál es cual,
ese día te recuerdo.

¡Cómo podría olvidar el placer otorgado por tu rostro,
tu mirada y más que eso, por tus besos!

¡Cómo podría olvidar tu sofocante y enredado cabello!
la fragancia innata que posee,
el sabor espeluznante que tiene pelo por pelo
¡Cómo podría olvidar tu frágil, gruesa y culta voz
la voz de mis ilusiones, la voz tímida, nerviosa
y directa con la que por primera vez me hablaste!

Intentaría apaciguar mi olvido con tus recuerdos,
¡PERO ES INÚTIL!