¡No me dejes jamás sin ti en la ausencia!

Cae la noche y el mundo puede llegar a ser un lugar solitario, cuando tú no estás cerca de mí. Me di cuenta que la noche es más fría, cuando tú no te encuentras aquí.

La ausencia de tus besos, me recuerdan cuan dulce puede llegar a ser la miel. De madrugada voy siguiendo tu silueta como sonámbula por las calles solitarias del sueño, como esclava que se libera de las cadenas de su antiguo dueño y corre a los brazos de la libertad.

Toda calla de pronto, siento el sonido de tu voz silbando entre el viento, mis palpitaciones se aceleran, sudorosa y estremecida con una lagrima recorriendo mi mejilla grito hacia la noche oscura y vacía: ¡No me dejes jamás sin ti en la ausencia!

Enredada entre mis sábanas con la mirada perdida, busco encontrar el origen de este fuego que no me quema ni me hiere, pero me enceguece de tu ausencia.

Me levanto, corro hacia mi ventana para verte llegar, pero una huracanada de luz entra sutilmente por entre las cortinas de mi triste corazón y como el faro que guía a un navegante perdido, lleva mi mirada lejos del olvido para encontrarte junto a mi cama dándome cuenta que siempre estuviste conmigo.

Tu sonrisa callada y dormida atraviesa toda la habitación como el reflejo de la luna hacia una tierra desnuda y pura como este amor. Es imposible no amarte, es imposible no abrazarte, es imposible no besarte cuando estás tan cerca de mí.

Tu silueta dormida en mi cama llena el hueco dejado por la ausencia, haciendo que el cantar de los pájaros sea nada al sonido de tu voz. De repente una gota de roció choca con mis labios y en ella me hago dulce, en ella sorbo tu melodía que me despierta de este sueño tan sublime dejándome con tus recuerdos en las manos preguntándome ¿dónde estás?

¡Aquí estoy! Volteo y allí estas tú, desperté con tu beso apasionado y compasivo, y con una lagrima recorriendo mi mejilla grito hacia la noche oscura y vacía: ¡No me dejes jamás sin ti en la ausencia! Tu sonreíste como la primera vez, para decirme: ¡no te preocupes aquí estoy contigo!

Al galope de la noche y rodeada de risas, muy aprisa te abrase y te bese, con nuestros labios entrelazados como empapados por la lluvia pudiste escucharme decir: ¡no me sueltes, que de este dulce sueño no quiero despertar….!