CIMIENTOS QUE SE AGRIETAN

alupego (Ángel L. Pérez)

 

La flor replegó sus hojas,
y guardó su rico aroma.
Impulsada por el miedo,
de su raíz arrancada.
Y en un alarde de ingenio,
de un ingenio vegetal.
Se dobló sobre su tallo,
para fingir mortandad.

La aurora cerró los ojos,
antes que el alba mirara.
Para no ver la codicia,
en los hombres reflejada.
La luz inundó los cerros,
a pesar de su ceguera.
Más quiso mirar de frente,
con los ojos de su fuerza.

Tiempos de brazos caídos,
cansados de tanta afrenta.
Distraídos con juguetes,
que adormecen su conciencia.
Ficticias felicidades,
que adornan su duermevela.
Los ojos ensombrecidos,
después de tan larga espera.

Baila en el aire la mota,
desprendida de la tierra.
Al socaire de las lágrimas,
y del aire que la lleva.
Soflamas de la esperanza,
que quieren gritar con fuerza.
Y en un suspiro sin aire,
en el interior se quedan.

Un run run se va gestando,
entre las brasas que quedan.
Un hervidero de ira,
que con el dolor aumenta.
Crece sin rumbo a zarpazos,
como en la jaula una fiera.
Adormecidos los músculos,
de la maltrecha paciencia.

La injusticia se percibe,
pero en los pliegues se queda.
En los pliegues de los sueños,
que entre la nada navegan.
Cual solitario bajel,
que las olas vapulean.
Preso en el mar que le abraza,
sumergido en la inconsciencia.

Perfumes de otros lugares.
De rincones de existencia.
Donde la vida se espesa,
con sinceridad y nobleza.
Sutiles van ocupando,
los poros de la pereza.
Razones tiene el olvido,
para ocupar la grandeza.

Las columnas de las mentes,
en sus cimientos se agrietan.
Hay que reforzar sus bases,
con forjas de inteligencia.
A.L.
http://alupego.blogspot.es
10/12/2018

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