Y ya entrados…

Y ya entrados en ternuras, en ir poniendo vida,

me descubrí con cierto miedo aún y con recelos…

Tú te hallaste de pronto, inmersa en un concierto

que celebra, por sorpresa la perfección de tu belleza

y que ruboriza a nuestras almas el cuerpo entero.

Y ya entrados en cariños, en entregar el corazón,

adelantaste: está historia será así, sin pretextos…

Y yo, construyendo siempre textos y mis versos

que intentan una narración de tiernos sentimientos

con las nuevas palabras que me traduce tu amor…

Y ya entrados en querencias, en ir curando infancias,

que me hallé enquistadas todavía en mis malos recuerdos,

tú descubriste la más simple manera de despejarme toda vía de escape

con tan solo brindarme tu sonrisa, para ahuyentar la oscuridad,

para por fin, poder soltar el lastre y revivir en tu mirada.

Y ya entrados en caricias, en besos y caricias,

propuse: pongámonos cómodos…

tú sugeriste: mejor como uno,

enredados desde el cabello

hasta la punta de los pies…

Y ya entrados en amores, en fundir planetas,

pediste: seamos pues, sin condiciones…

y mi única condición es;

tan solo, que procures ser eterna,

para que mi amor logre su anhelo de infinito…

Y ya entrados en lujurias, en sexos y pasiones,

quisimos: bajar, en vueltas de espiral, a lo más hondo del misterio,

y regalarnos envueltas en fina seda las más fantásticas caricias, todas,

las más sensuales figuras del amor, los más lascivos nombres de amantes,

la impudicia total de los instintos, la voluptuosidad encarnada en nuestros cuerpos.

Y ya entrados en sosiegos, en contemplar la paz ganada

a golpes de vientre y pectoral, con sudores bien rimados,

envueltos entre sábanas, como sudarios, satisfechos,

después de esa, tan dulce “muertecita” luminosa

y con la resurrección al mutuo alcance de nuestros labios…