A NUESTROS DIFUNTOS.

Angélica Contreras

 

No somos tumba,

cripta ni camposanto.

Somos rama, somos nube,

ola, lluvia,

sol a media tarde

canto de madrugada

el oxígeno, que aún no nos falta.

 

No lloremos. Celebremos,

en la mesa, en la palabra,

en la faena, en la vida cotidiana,

la dicha de tener recuerdos vivos,

de aquellos que hoy

ya no están aquí,

y tanto quisimos.

Abracemos su ausencia,

con amor, con emoción,

con gratitud...

Bebamos una copa a su salud.

 

A nuestros muertos,

fieles y difuntos,

elevemos la mirada,

y digamos su nombre

con voz alta y sosegada.

 

Que su partida es una ceremonia

para decirle a la muerte

nuestro sentimiento más grande

e impotente:

“el de reproche”,

con tristeza y llorar

por el temor

de no volverlos a mirar.

 

Porque aquel día de su partida

llegamos tarde,

y ya no les pudimos abrazar

en serenidad,

y decir que los quisimos

tanto como a nosotros mismos.

 

A ellos:

al padre, al abuelo

al amigo, a los primos,

a los tíos y conocidos,

que fueron viejos entrañables,

compañeros de tertulias 

con quien charlamos a obscuras,

de los labores y sinsabores,

de los triunfos, de las sombras

de las querencias,

y también de las impotencias.

 

Pero el consuelo queda,

que bebimos con ellos,

comimos sin rencores,

y en cada suspiro

ahora les llevamos flores.

 

Porque ahora ya no son carne

pero son universo, aire,

el camino que nos cuida

de vuelta a casa,

el motivo de nuestro canto

a altas horas de la madrugada.

 

Y a la muerte hacemos

unas cuantas preguntas:

“¿Por qué a ellos?

¿En dónde están?,

¿Por qué tanto silencio?

¿Por qué, si eran tan buenos?”

 

Y seguimos viviendo

aunque sin ellos, hay motivos para dudarlo

y no querer hacerlo.

Pero damos gracias,

y apostamos por vivir todavía.

En palabras sencillas y al natural:

“tan siquiera un poco más”.

 

Porque nada se crea ni se destruye,

solo se transmuta,

tan claro así

que la materia que ayer caminaba

hoy está convertida en melancolía,

en una casa que sigue vacía

pero habitante de una sonrisa

que tiene vida.

 

Y así será con nuestros difuntos

mientras existan en la memoria

de cualquiera que los recuerda

con lágrimas y risas,

con vida, con ausencia,

con su fotografía en un altar,

y nada más.

 

Y como aquellos,

en un camino de arrieros

andamos,

todos los que nos llamamos humanos.

 

Por eso,

¡A vivir!,

¡A recordar con felicidad!,

¡A los difuntos que extrañamos tanto!,

¡A nuestros muertos que amamos tanto!

que, al fin y al cabo,

nos iremos encontrando.

 

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Comentarios2

  • Dolores Luna. ☾ (Anna) .

    Si, a vivir mientras se pueda.

    Preciosas letras aunque tristes, reales y sensibles.

  • Lualpri

    Por eso,

    ¡A vivir!,

    ¡A recordar con felicidad!,

    ¡A los difuntos que extrañamos tanto!,

    ¡A nuestros muertos que amamos tanto!

    que, al fin y al cabo,

    nos iremos encontrando.



    Muy bueno y real !
    Saludos.



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