Hilaria. (Fragmento de una vida)

Ney Bueno D.



Hilarante, alegre desde raíz latina de su nombre, se llama Hilaria y nació en un pueblo de Oaxaca, en una zona limítrofe con Veracruz, estas llanuras son conocidas por la exhuberancia de sus tierras y el calor húmedo que hace sentir a las personas como dentro de un invernadero.

Como en muchas comunidades rurales de mediado del siglo XX en México, a Hilaria le tocó estudiar en una escuela multinivel, es decir una sola maestra para todos los niños del pueblo, pero mejor transcribo los relatos que obtuve por medio de entrevistas, por tanto los escribiré tal cual, en primera persona, como si fuese ella quien les hablara a cada uno de ustedes, yo hubiera querido escribir una historia llena de momentos buenos, pero la vida es así, y esta  es una historia real contada por su protagonista.

Nací en 1951, hija del señor Pedro Díaz Aguilar y de la señora Martina Salinas Hernández, mi niñez fue feliz pero con frustraciones muy diferentes a las que sufren los niños de ahora.

Por ejemplo muchos niños no quieren ir a la escuela, tratan de enfermarse o procuran ver los defectos en sus maestros, en cambio, cuando yo iba a la escuela teníamos una sola maestra para todos los niños del pueblo, según sé mi maestra era mi pariente y venía a darnos clases desde un pueblo cercano llamado Playa Vicente, Veracruz. A mi maestra le gustaba bailar y encontraba siempre un buen pretexto para hacerlo, mediante actividades escolares, festejos o en las fiestas del pueblo; Mi maestra nos decía los zopilotes a mis hermanos y a mí, ¿Sabes por qué? Porque cuando nacíamos éramos blanquitos (cabe aclarar que mi papá era güero y de ojos azules descendiente de españoles) y luego nos poníamos prietos (Mi madre era morena, descendiente de los esclavos africanos).

Ir a la escuela era un privilegio para los niños del pueblo, porque en esa época los hijos eran considerados fuerza de trabajo, mi mamá nos daba permiso de ir a la escuela, pero nos indicaba que nos regresáramos temprano para llevarle la comida a mi papá al campo, regresábamos hasta la noche.

Despertar

Para ir a la escuela teníamos que despertar a las seis de la mañana con los primero rayos del sol, las aves a esa hora empiezan a salir de sus nidos y a hacer vuelos de calentamiento, las parvadas de pericos eran nuestra alarma y el  despertador de toda la población, a esa hora mi mamá checaba si estábamos limpios y si no lo estábamos nos daba dos nalgadas a cada uno de mis hermanos y a mí y nos metía a bañar uno por uno, en esos  tiempos no existían los cierres, ni botones. Así que la ropa se mantenía en el cuerpo el máximo tiempo posible, cuando la ropa estaba sucia era hora de bañarse, mi  mamá descocía mi vestido por la espalda, me metía a una tina y con un zacate me tallaba lo más fuerte que ella podía, mi piel se  tornaba roja, pero muy, muy limpia. Después del baño, tomaba una prenda limpia  y la cosía cuando yo ya la tenía puesta, no digo que en esa época no existían mejores formas de sujetar una prenda al cuerpo, o mejores formas de educar o limpiar a un niño, pero eso me tocó a mí por el lugar y época de mi niñez.

Camino a la escuela

En el camino a la escuela nos encontrábamos a otros niños, el imponente sol de la mañana iluminaba cada partícula de humedad, y el cielo se tornaba brumoso, las gotas de rocío se  volvían neblina y el fresco de la mañana pronto se convertía en calor húmedo, le llamábamos bochorno. Era fácil distraerse, subirnos a los árboles de mango o guayaba a cortar   fruta para comer en lo que llegábamos a la escuela, las matas de plátano en los campos  parecían sobrevivir a los ventarrones del norte y se inclinaban aún más cuando los racimos colgaban  pesados hasta el tiempo de la cosecha. Caminábamos a la escuela sin zapatos, pero aun así éramos afortunados  de vivir en tierra firme, habíamos oído hablar de niños que se quedaron en los cerros cuando se inundaron las tierras de arriba para hacer la presa de Temazcal y controlar las aguas del río Papaloapan, esos niños tendrían que permanecer sin saber leer ni escribir, a menos que sus papás prescindieran de ellos, los llevaran a las escuelas en balsas y los dejaran ahí en la escuela para que estudiaran, esos niños tal vez nunca volverían a ver a sus padres. Esas eran algunas de nuestras pláticas, mientras caminábamos a la escuela.

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Comentarios3

  • Dolores Luna. ☾ (Anna) .

    Me encanta Frida.
    Lo haces excelente porque me llevas al lugar a vivir el relato.
    ¡ Felicitaciones !

    • Ney Bueno D.

      Muchísimas gracias por tu amable comentario!

    • Lualpri

      Verdaderamente hermoso.
      Felicitaciones.

      • Ney Bueno D.

        Muchas gracias por comentar, gracias por leer.

        • Lualpri

          A ti por compartirlo.
          Cariños

        • Ana Maria Germanas

          Muy entretenido tu relato...le has impuesto, un notable acento, que profundiza, el encanto, conque se desarrolla .-
          Me encanto leerte...espero la continuacion ...
          Un cariñoso saludo.-

          • Ney Bueno D.

            Muchas gracias Ana María, me alaga mucho tu comentario, sabes que te admiro.



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