Breviario de margaritas

Margarita García Alonso

En la plaza del pubis, la galaxia.

Mi madre abre el templo

y el incienso abisma la flecha

que tienta la ventana.

 

En criatura me deslizo

sobre una roca, desangro

el caballo de la infancia.

 

Relieve de fracasos,

en púrpura renacentista:

el poro sobrevuela

el tapiz de lanzas

que se hunden en mi entraña.

 

Soy la centinela,

amamanto lo raro,

copio versos que cuelgan

junto al atrapa moscas de la sala.

 

Aprieto la cuerda, saco la lengua

y campaneo con la úvula.

 

Mi pubis bíblico de adolescente

entrechocaba la nuez del diablo

y producía milagros:

el pez al servicio de la agalla,

respiraba, torcía la costura,

se hacía único.

 

Sobre la colina la nube

me redondea el vientre,

es mi hija que cae

al amanecer de un verano

en la boca del potro salvaje,

donde desclavo el anzuelo

y ajusto una perla.

 

Qué rápido pasó la treintena,

el nocturno tumulto del banderín

cambia el rostro

repleto de tachaduras

por uno menos triste.

 

Está por caer la noche,

se fue mi padre,

han partido los abuelos,

mis hermanos se asustan

cuando mi madre no me

reconoce anciana.

 

Tan lejos como un agujero negro

serpenteo el infinito golpeada

por desperdicios terrenales.

 

Necesito diez mil años,

setecientos caballos veloces

para cumplir la tarea y

me entro a golpes, quiebro

el bochorno de no hacer nada,

 

me sacude un temblorcillo

como si fuese una fiera

que comiese migajas.

 

Desapareceré en esta década,

con mi última peineta

de malos dientes

 

no tuve y no gasté dinero

en cremas, dietas, tintes,

sellos de correo,

zapatillas ata tobillo

para turbulencias poéticas

como cualquier payasa en retiro

no entro al Circo,

no tengo reposo con la maldita angustia

que centellea, llama al orden

cuando espanto al usurero de islas,

al galerista capado,

al ambicioso cobrador

de moralidad,

al académico de bolsillo,

 

me es indiferente la Corte,

la testosterona y su destino fálico,

la crítica,

la autofagia,

el canibalismo.

 

He desbaratado cualquier trama

que me lleve a la cumbre

 

como un boomerang australiano

regreso a la niña descalza,

a la letrina del patio,

regreso a su espalda,

al primitivo encanto

del sexo

con más ardor

que una abeja

sobre el suicida

que salta.

 

Aunque quisieran

no encontrarán el hilo

de mi conversación con las vacas

 

fumo manuscritos

doblo papelillos y

hago filtros con sentencias,

 

mal arenada

como rosa del desierto

en un breviario cabalístico

donde caen ecuaciones

que descienden del vapor

al hueco miserable de mi mano

y de ahí a la raíz

 

la raíz, la raíz de mi planta

nunca tuvo tierra,

 

sobre un algodón húmedo

muestro raicillas

y dos semillas pálidas

 

son mis ovarios carbonizados

que no ayudan a matarme.

 

Pesa la vejez,

pesa el astro que fuimos

la coja encorvada

amarillosa y maloliente anciana

que deambula sin sombra

en un paisaje nórdico.

 

Rezad por mí

que tanto he olvidado

rezad en cada tercera línea,

frente a la aldaba equivocada,

estoy parada a contra viento

para que lleguen a tocarme.

  • Autor: Margarita García Alonso (Offline Offline)
  • Publicado: 8 de octubre de 2018 a las 07:43
  • Comentario del autor sobre el poema: del Breviario de margaritas, 2013
  • Categoría: Espiritual
  • Lecturas: 68
  • Usuario favorito de este poema: El Silente Vagabundo.
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