Lastimero lleno de rabia

Joseponce1978

Antes que nada, quisiera advertir que el relato que expongo a continuación puede resultar un tanto crudo si quien lo leyere tiene tendencia a escandalizarse fácilmente. Si pese al aviso, decides pasar adelante con la lectura, no acepto reclamaciones. Que nadie me vaya a pedir que le devuelva el dinero del libro por haberle causado desajustes morales. Al no cobrar, me ahorro la posibilidad de tener que desembolsar si a alguien no le gusta. Dicho esto, si decides continuar leyendo, espero que te resulte ameno.

 

A muy temprana edad, Lastimero comprendió que no era un perro normal. Y es que, siendo un cachorro que apenas había superado la cuarentena, tuvo lugar un suceso que lo marcaría de por vida. Todo ocurrió un día que se encontraba jugando en un parque con unos amigos más o menos de su edad. En un momento determinado, vieron cruzar por el parque a un gato(también cachorro)que caminaba con aire distraido. Los perros, al percatarse de la presencia del felino, decidieron tenderle una sigilosa emboscada. A Lastimero le pareció buena idea, imaginando que le sería útil como prática para su futura condición depredadora. El gatito, ajeno a la encerrona tramada contra él, avanzaba confiado en la dirección donde estaban los perros, que permanecían ocultos estratégicamente tras unos setos. Antes de que le diese tiempo a reaccionar, los atacantes salieron de sus escondites, acorralándolo, y al verse rodeado, sin posibilidad de escape, se erizó intentando achantar de manera ridícula a los canes, que comenzaron a reírse de él.

Lastimero, al ver al gato tan asustado, pensó que ya había llegado el momento de poner término al juego, pero las intenciones de sus amigos iban por otros derroteros. Aterrorizado, se tuvo que tapar los ojos con las patas para no ver como éstos le iban cercenando, una a una, las siete vidas al pobre gatito entre vítores. El creía que los miembros de su especie solo debían matar por supervivencia, para alimentarse, pero no por mera diversión. Ante la dramática escena, estuvo a punto de hacer frente a sus amigos para pedirles que no le hicieran daño al gato porque no había necesidad. Pero quizá por temor a que estos pensaran que era un blandengue, o quizá por cobardía, no se atrevió a recriminarles su conducta, viéndose obligado a presenciar con horror como el gatito era hecho pedazos. Cuando sus amigos se marcharon para alardear de su gesta ante otros perros mayores, él permaneció durante un rato al lado del cadáver, meditando acerca de si era normal su aflición por algo que a sus congéneres les divertía tanto. Desde entonces, al quedar patente que su perronalidad no era similar a la de la mayoría de los de su especie, optó por aislarse todo lo posible de la jauría perruna.

En la primera parte de la historia de Lastimero, lo dejamos desfallecido a causa de una garrapata sin escrúpulos que lo había dejado sin sangre, aunque no tardó en recuperarse, pues era fuerte como un roble. Sin embargo, no escaparía de rositas de las garras del parásito, ya que quiso el infortunio que ésta le contagiase la rabia, y al ir recuperando la sangre, todo el torrente se le fue acumulando en los ojos, que en adelante habría de mantenerlos inyectados en sangre. Aparte de esto, la rabia le dejó otro síntoma evidente: Una aglomeración de espuma en torno a su hocico le acompañaría hasta el final de sus días. 

La rabia no le hizo cambiar en exceso, en esencia siguió siendo el mismo pero, a partir de entonces, cuando alguna garrapata intentaba engañarlo de nuevo, o algún perro visiblemente zalamero se le acercaba moviendo demasiado el rabo, les gruñía enseñando sus colmillos entre espumarajos y sus ojos llameantes. Con los débiles continuó mostrándose igual de compasivo, muy a su pesar, pues la experiencia le había enseñado que cuando algún débil llegaba a ser poderoso, era bastante probable que mordiera la mano que le daba de comer.

Entretanto, conoció a una perra de su misma raza, con la que inició una relación que se limitaba al aspecto carnal. Cuando estaban en celo, fornicaban sin parar, siempre haciendo uso de la postura del perrito, como no podía ser de otra manera. La pasión les llevaba a estar siempre pegados, y solo se desenganchaban para comer. Todo cambió el día que, estando en pleno acto de apareamiento, ella le hizo una petición fuera de lo común:

- Lastimero, azótame en el trasero, que eso me pone a mil-. Le dijo ella gimiendo.

- ¿Cómo me pides semejante barbaridad? No soy capaz de hacer algo así, jamás le he puesto la zarpa encima a una perra-. Contestó él, sin salir de su asombro.

-¡Venga, Lastimero, te lo suplico, azótame que es algo que me excita en demasía. ¿Acaso no quieres complacerme?-. Enfatizó ella, visiblemente alterada.

Lastimero, algo cansado ya de las extravagantes exigencias de su pareja amorosa, en su afán por proporcionarle placer, accedió a su petición, dándole unas suaves palmaditas en las posaderas, aunque más que palmadas, resultaban ser caricias.

¡Más fuerte, Lastimero! ¡Venga, joder, más fuerte! ¡Maldito chucho remilgado!-. Exigió ella.

-¡De acuerdo, pero solo una y se acabó, y no me vuelvas a pedir esto, que sea la última vez!-. Zanjó él, ya herido en su rabioso orgullo, antes de darle un par de palmadas con algo más de intensidad.

-¡¡¡ SÍÍÍ... ASÍ, ASÍ...AY, AY!!!-. Finalizó ella, entre orgásmicas sacudidas.

Cuando hubieron concluido, Lastimero se retiró pensativo. Por un lado estaba contento, pues había hecho realidad la fantasía de su compañera. Pero por otro, había tomado la determinación de no volver a verla, temiendo que el juego de las palmaditas fuera a más y desembocara en alguna perversión mayor, y optó por dar por acabada la relación.

Ella, indignada ante la decisión de Lastimero, sintiéndose despechada, acudió a una comisaría de policía y cuando fue atendida por un agente, que le preguntó que qué era lo que la había llevado hasta allí, le dijo que quería poner una denuncia de malos tratos contra Lastimero, y como aporte de pruebas, se giró para mostrarle al agente su trasero enrojecido.

  • Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de agosto de 2018 a las 10:11
  • Comentario del autor sobre el poema: Esto no se trata de cinismo con el asunto de la violencia de género. Estoy totalmente en contra de cualquier tipo de violencia. He leído en las noticias un caso, que aunque nos parezca mentira, también se dan, de una señora que denunció a su marido por maltrato y luego se demostró que ella misma se había autolesionado para poner la demanda. Como digo, un hombre que agrede a una mujer merece mi total desaprobación. Al igual que la merece la frialdad y premeditación con la que actúan algunas mujeres en contra de los hombres.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 59
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