**~La Casona - Parte II - Novela Corta~**

Zoraya M. Rodríguez

Al día siguiente, es Domingo, Dorotea despierta a los muchachos muy temprano en la mañana para asistir a misa. Doña Petra los espera abajo en el recibidor para marcharse hacia la Iglesia. Cuando llegan a la Casona se alejan para descansar, los domingos es día de descanso obligatorio. Susana piensa y dice que irá más a la heladería a ver a Andrés.

Llega el mes de diciembre. Doña Petra, en el comedor le augura a todos que el viaje que tenía previsto es inminente y que tienen que irse del lugar y de la Casona. A finales de diciembre yá están rumbo a otro país, el cual desconocen totalmente. Al llegar a esta ciudad se dan cuenta que tienen otra tradición, otras costumbres, otros hábitos alimenticios y otra moda de vestir, y se instalan en el hogar de la hermana de Doña Petra, llamada la Tía Violeta. La Tía Violeta es una mujer hábil, imponente, fuerte de carácter, que no se rinde ante nada ni ante nadie. Tiene dos hijos, yá casados, por suerte. Su esposo, un plomero dedicado a su labor, es quien sustenta el hogar. Al llegar, la familia de Doña Petra al hogar de estos dos seres, se convierte en un caos. Porque como dice el dicho, eran muchos y parió la abuela, pero donde comen tres comen cuatro, dice otro dicho. La familia de Doña Petra no se acostumbra del todo, pero enseguida hace amistad con jóvenes del vecindario, llamados, Francisco, Pedro, y Cinthia. La estadía en el lugar no es por mucho tiempo, sino por dos semanas, es la sorpresa de Doña Petra para los jóvenes, visitar y ver a su Tía Violeta. Eduardo no podía dejar a su novia Sara, Susana al colegio y Juan a su amigo Timoteo. Los muchachos suelen salir de la casa de la Tía Violeta al parque más cercano de la vivienda a divertirse un rato, ya que les incomoda la casa de la Tía Violeta. Una casa pequeña, como son ellos dos solamente, tenía un jardín; es una casa como dice Eduardo, “aburrida, oscura, tenebrosa, melancólica y triste, así como es la Tía VIoleta”. Todos se encuentran en el parque con Francisco, Pedro y CInthia, se saludan e intercambian algunas palabras. Pedro se le acerca a Susana con intenciones de conocerla mejor, pero la joven distraída lo ignora por el desamor que le había ocurrido en su país. Ambos dialogan hasta el atardecer, pero Susana no le muestra afecto a Pedro en la conversación, se despiden y quedan en verse nuevamente en el parque, al otro día.

Pedro, un joven no tan apuesto como Andrés, tiene 20 años, esta en la universidad y estudia arquitectura, le gusta mucho observar los edificios y hasta los rascacielos. Él tiene la idea de poder proyectar y construir su propio hogar para cuando se case con la mujer ideal. El muchacho es amable, afectuoso, de sentimientos nobles, y espera algún día poder encontrar una joven como Susana. Él se gana la vida trabajando en una panadería cerca de su casa, haciendo panes con levadura. Al otro día, deciden visitar el parque y allí esta Pedro esperando a Susana para continuar la charla. Susana retraída en el diálogo que le expresa Pedro, le hace sentir, como si no estuviera allí. Pedro le pregunta qué le sucede, a lo que ella responde que estuvo enamorada de un chico cuál no le correspondió. Pedro en su naturaleza de hombre desea consolar a la joven diciéndole que encontraría a otro que sí la supiera apreciar y amar al corresponderle su amor, pero Susana está tan enamorada que no tiene otra visión y no ve que Pedro se esta interesando en ella.

Las dos semanas de la estadía pasan rápido en la casa de la Tía Violeta. La familia llega a la Casona y los recibe Dorotea con un hermoso ramillete de rosas amarillas. Eduardo y Juan se quedan con Dorotea para contarle lo sucedido del transcurso del viaje, mientras que, Susana sube de prisa por las escaleras para llegar a su lugar favorito de la Casona, su habitación, en donde le hacía falta sus libros, su diario y sus pequeños recuerdos que guarda con tanto recelo. El vaso de leche en la noche nunca falta en su dormitorio.

Ya es enero, las clases dan comienzo, los jóvenes parten a su vida rutinaria mientras que Doña Petra se entretiene tejiendo. Sara llega ala Casona en busca de su novio Eduardo. Doña Petra la recibe y la saluda. Eduardo no llega. Doña Petra forma un diálogo ameno con la muchacha en espera de Eduardo. Doña Petra le hace constantes preguntas a Sara sobre la relación de ambos, sobre el matrimonio y la culminación de sus estudios en costura. Ella desea trabajar en la fábrica más importante de la zona industrial que importa y exporta ropa de mahón. La muchacha indiscreta, también le formula preguntas a Doña Petra de su pasado tan oscuro, pero Doña Petra supo muy bien esquivar todas aquellas interrogantes, que algún día dejarían de ser ocultas. Eduardo llega de la calle, se excusa con su prometida y con su madre por la tardanza. Los dos salen de la Casona hacia la hacienda de Severiano, el papá de Sara, sin imaginar que se encontrarán con Susana de camino. Susana decide acompañar a la pareja a la finca, donde ocurre un sin fin de cosas. Susana nunca había visitado la hacienda de su cuñada e inspecciona el lugar como observando algo nuevo para ella. La hacienda ubicada en la parte posterior de la avenida central esta decorada a lo antiguo, tiene figuras talladas por ambas partes de los pasillos hacia los cuartos por mano de varios escultores del pueblo que se dedican a esculpir obras en madera. La cocina esta labrada en piedra, la mesa redonda en el centro, y el fogón donde preparan los platos preferidos de la familia. La finca posee un establo donde los caballos son de paso fino. Susana no sabe que alguien se acerca para conocerla. Mientras, ella se dedica a examinar todo a su alrededor, descubre que es Tomás, el mensajero de la familia.

Tomás un jovencito de apenas 14 años, es quien lleva y trae los mensajes, las cartas y demás correspondencia a la finca. Tomás es analfabeto, no le gusta la escuela y decide ir a trabajar para ayudar en el mantenimiento del hogar. La casa es pequeña y estrecha donde vive con sus progenitores y siete hermanos, un hogar numeroso. El padre no es suficiente para el sustento del hogar, ya que es albañil, y su madre los cuida, les da de comer y vela por los hijos. Susana dialoga con Tomás acerca de su oficio y de su relación con la familia. Mientras que la joven se toma un vaso de jugo natural de naranja. Tomás le confiesa que no sabe leer ni escribir, no sabe el abecedario ni contar los números, pero sí sabe de direcciones y de todos los comentarios y murmullos de las fincas vecinas en donde él es quien lleva los recados de sus superiores. Los dos se despiden como si fueran amigos de toda una vida. Eduardo y Susana regresan a la Casona.

Cada día que pasa, Susana piensa en Andrés, tiene el deseo de ir y buscarlo a la heladería, en son de amigos como él le respondió. La situación se torna cada día y cada noche con pensamientos que le atormentan más por la desesperación del amor hacia Andrés. Susana se imagina como pudo ser su vida al lado de su amado. Una vida plena y feliz, en donde el deseo, la pasión, el amor y el sexo reinarán al comienzo de la relación, pero después qué ¿los hijos?. Los hijos comenzarán a ser lo primero mientras que el deseo, la pasión, incluso el amor y hasta el sexo se convertirían en una rutina de cansancio. La muchacha se altera de ese sueño despierto que tuvo, y comienza a pensar en Tomás. El niño que necesita tanto de ella, que tiene casi su misma edad y que se supone que estuviera a su mismo nivel de educación. Susana piensa y piensa como ayudar a ése jovencito, pero él necesita trabajar para cooperar con su familia. Susana se queda en su habitación escribiendo e imaginando diferentes formas e ideas para la enseñanza de la educación de Tomás.

Doña Petra recibe una llamada telefónica de parte de Arturo. Dorotea que sabe el pasado de Doña Petra, se lo comunica con una cara de asombro, por volver a ese pasado que tanto Doña Petra como Dorotea añoran olvidar. Doña Petra le responde al hombre seriamente pero con espanto. Dorotea escucha, ‘sí, nos podemos volver a ver en la esquina donde está la cafetería de Don Pancho” y termina la conversación. La cafetería huele a café puro nada más, aunque también se dedica a ofrecer almuerzos. Está llena de gente comúnmente mayor en donde además de tomar capuchino, se sientan y dialogan sobre diferentes temas relacionados a la política actual en que se enfrenta el pueblo. Don Pancho es un hombre viejo y amigo leal de la familia de la Casona. Durante la juventud se dedicaba a hacer mandados a la tienda de todos los vecinos de la comunidad, hasta que al crecer decide tener su propio negocio, una cafetería.

 

Continuará…………………………………………………………………………………………...

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  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 29 de julio de 2018 a las 00:01
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 49
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