**~La Casona - Parte I - Novela Corta~**

Zoraya M. Rodríguez

Es finales de los 90. Juan entra a la Casona. La Casona está deteriorada por los años transcurridos desde que Susana abandonó el hogar. Doña Petra había muerto a causa del gran dolor que su hija le ocasionó por casarse con Pedro. La Casona, está deshecha, los muebles llenos de polvo, mucho polvo por todas partes, telarañas en los cuadros. En el cuarto de Susana, en la pared quedan recuerdos que ella solía colgar en cuadros pequeños y hasta el diario de la muchacha estaba allí, las puertas estaban todas abiertas, raro porque Doña Petra se encargaba de cerrarlas junto a Dorotea. Las caballerizas donde se ubicaban los caballos estaba desierto, el lugar era todo un desastre. Juan continúa en La Casona, observando todo desde una perspectiva de asombro por lo que fue esa Casona para él y Doña Petra. Juan siente unos pasos como si fueran hacia donde él, se dá la vuelta y encuentra a su fiel y leal amigo de la adolescencia Timoteo. Los dos se confunden en un abrazo fraternal, de amigos de tantos años, como si hubieran sido hermanos. Timoteo comienza hablar, mirando las pocas cosas que quedan por allí y le dice a Juan, ¿lo que le ocurrió a La Casona?, A lo que Juan con sentido de angustia y tristeza, baja la mirada y la mueve de un lado a otro, como sintiendo mucha pesadumbre en sus ojos. Los dos se pasean por la vieja Casona como si tuvieran trece años, cuando los dos solían correr por los pasillos de la Casona en busca de algún juego que los divirtiera.

 

Susana tendría quince años, para aquel entonces, cuando una tarde sale del colegio a toda prisa para estudiar un  examen que le falta para poder graduarse del noveno grado. Susana llega a la Casona y se encuentra con Doña Petra, su mamá, hablando con Dorotea, que le dice que se tiene que ir del país donde por quince años había vivido y crecido. Susana atónita le contesta a su mamá que no iría a ninguna parte y que está por graduarse para entrar a la escuela superior donde por meses y años se había esforzado tanto para entrar a la “high”. La madre, exaltada, le contesta que ella es una menor de edad y que se hacía lo que ella dice. Susana sale corriendo a su cuarto y se encierra allí, en su lugar favorito de La Casona, en donde esconde todos sus recuerdos, vivencias y experiencias. En su diario escribió lo acontecido del día incluyendo lo de irse del país, que no le agradó en lo absoluto. La muchacha comienza a estudiar y finaliza el día.

 

Al día siguiente cuando baja al comedor, ve a su hermano mayor Eduardo  en la mesa, a Doña Petra, a Juan y a Dorotea sirviendo el desayuno. El espacio es amplio, los cuadros colgados, en la pared simulan diferentes comidas típicas de la cocina criolla, frutas y hasta vegetales. Hay un armario en la esquina donde Doña Petra guarda sus copas, tazas y demás cristalería más fina de la Casona. Dorotea les sirve el desayuno, uno más de lo acostumbrado de todos los días. Todos en la mesa con una sensación de molestia a causa del viaje que Doña Petra quería esforzar a hacer. Nadie dice algo para alegrar el día, pero Susana sale de prisa del lugar, excusándose de que tiene un examen muy importante. Queda Doña Petra y Eduardo, su hijo predilecto en la mesa. Eduardo confronta a Doña Petra con su deseo de irse del lugar y de la Casona para mudarse a otro sitio que no conocen ni su gente ni su cultura, que es lo que le preocupa a Eduardo. Doña Petra le insiste que se tienen que ir de ese lugar que por veinte años han vivido y han forjado toda una vida de tradición y costumbres. La conversación concluye y cada uno se dedica a sus faenas laboriosas del día.

 

Susana logra obtener una mayor calificación en el examen y consigue graduarse de noveno grado con altas notas, gran orgullo y gloria para Doña Petra y la familia. Durante el verano, ocurre una serie de eventos, cuando Susana y Juan se encuentran en la Casona. Que si juegos, por donde quiera, diversión en los parques, y las salidas a acontecimientos inesperados, cine, playa y demás eventualidad en que dos adolescentes pueden vivir mientras pasa la época de verano. Eduardo ingresa a la universidad. Estudia mecánico con una especialización en automotriz. Desea continuar y ascender su carrera de mecánico a Ingeniero Mecánico. Vive al pendiente de lo último en autos, le gustan mucho los autos de carreras y se la pasa arreglando y componiendo el auto a Don Domínguez, que cada día es una chatarra más en todo el vecindario. A Doña Petra no le agrada la idea de que su hijo favorito sea mecánico, ella deseaba que hubiera sido un doctor en cardiología, pero con ella no había problema lo que quería el hijo, ella lo complacía.



Eduardo tiene novia y es nada más y nada menos que la hija del hacendado Severiano. Al señor no le gusta en nada el noviazgo de su hija con el mecánico, le hubiera gustado también un doctor como Doña Petra había soñado que su hijo fuese. Como Severiano dice, “que el amor le llega y le corresponde a quien menos te lo imaginas”. Cuando los dos tienen tiempo, hacen aventuras montando a caballo en la estancia. Cabalgando a galope hasta cansarse por los matorrales cerca de la Casona y hasta llegar a la finca de Severiano, donde hay una cascada hermosa que desciende por el cauce hasta llegar al río. El lugar es muy visitado por parejas donde se besan, se acarician, y hasta hacen el amor. Eduardo y Sara no han tenido la oportunidad de tener relaciones sexuales, porque los dos creen en perder la virginidad después del matrimonio y los dos desean concluir sus estudios universitarios antes de experimentar con el sexo.

 

La vida íntima de Doña Petra había sido para todos una incógnita. Nadie sabía absolutamente nada de ella. Doña Petra es una señora muy reservada, discreta, segura de sí misma y hasta compasiva algunas veces, pero en realidad tiene un pasado muy oculto que a pocos les deja saber, sólo está enterada Dorotea que es su fiel criada, ama de llaves y nana de Susana. Dorotea es una mujer de pocas palabras, sensible y de un carácter muy agradable que vela por la salud y el bienestar de la familia. Doña Petra había enviudado hacía seis años, cuando su esposo murió de un infarto al corazón. Tenía venas obstruidas de grasa en el corazón y no le practicaron un cateterismo por la ingle porque tenía siempre la presión alta. El marido de Doña Petra era un hombre fuerte, tenaz y terco, quien siempre les inculcó buenos valores morales, sentimentales, costumbres y tradiciones a sus hijos. Les enseñó a apreciar el trabajo, la honestidad, la honradez y el apego a la familia para que se compenetrar a el amor en unión.

 

Juan, el hermano menor de Susana es un adolescente cariñoso, juguetón travieso y hasta egoísta. A él no le gusta que nadie entre a su habitación a ordenar el desorden que él siempre hace, ni tampoco le gusta la escuela y siempre está con algún juego improvisado para entretener a Susana y hasta a Timoteo, su mejor amigo. Un día, los dos salieron con travesuras y le escondieron a doña Petra su cajón de tejer con las agujas, los hilos, las telas y algunas cosas que ya había tejido Doña Petra. Lo escondieron tanto que después no se acordaban donde las habían puesto. Fue el recuerdo más gracioso que tuvo Juan y Timoteo en su adolescencia. Doña Petra se enfadó tanto que reprendió con castigar a Juan y no salió de su habitación por tres días. Susana, una linda y humilde joven, inteligente, alegre, cariñosa con su familia como le había enseñado y demostrado su padre. Comienza la escuela en la “high” y no conoce el amor hasta que un día llega enamorarse perdidamente de Andrés, un joven y apuesto muchacho de 17 años el cual conoce en casa de una amiga de una fiesta de Halloween. Por vez primera la muchacha siente una corazonada en su pecho, pero no sabe qué le ocurre. Descubre que es el amor que ha llegado su rutinaria y lóbrega vida. Una tarde, Andrés invita a Susana al cine, la muchacha se alegró tanto que hasta lloró de la emoción tan grande que sentía saber que un joven le mostrara tal insinuación con ella. Los dos cogidos de la mano como si fueran novios comenzando una relación formal. El lugar que la llevó fue a un cine pequeño en la avenida más transitada del pueblo, es tranquilo, y concurrido por todos los jóvenes de casi la edad de ambos. Ese día la dejó frente a la Casona, la joven tan feliz, y contenta por lo ocurrido quiso expresarle al joven que lo amaba con todo su corazón, pero en un instante de temor y sensibilidad le impidió a Susana revelar aquella verdad, a lo que terminó guardando el secreto. La joven entró a la Casona, saludó algunos, familiares cercanos a la familia que están con Doña Petra en el recibidor dialogando y le dice a Dorotea que le lleve un vaso de leche a la habitación. Apresuradamente entra en su dormitorio a escribir en su diario todo lo acontecido con ella y el joven apuesto de lo que pasó en el cine. El corazón y la mente de Susana sólo ronda el amor que sentía por ese muchacho que apenas conocía. Susana es una muchacha que sabe lo que quiere en la vida, a tan corta edad sabe discernir entre cosas diferentes, sabe que a Doña Petra no le gusta que le escondiera un romance de tal magnitud, sabe que tenía que estudiar bastante para poder llegar a la universidad que tanto añoraba y no demostrar un fracaso a la familia, sabe que si quería a ese joven tenía que luchar bastante por conservar el amor de ambos en contra de su familia, porque apenas tenía quince años y no le permitían un noviazgo y sabe que si se lo decía a alguien no sería comprendida porque el amor a su edad es una fantasía o una locura.

 

Andrés es el típico muchacho simpático y común de la “high” que trabaja en una heladería. El dueño de la heladería quiere y respeta mucho a Andrés, porque es uno de los empleados más eficientes y trabajadores que tiene. La heladería esta ubicada en la zona más prestigiosa del pueblo, en los alrededores hay mesitas redondas con sombrillas que le dan al pequeño negocio un aire de distinción, a lo playero. El menú tiene deliciosas batidas y barquillas de fresa, vainilla, y chocolate, hasta sabores extraños que a los niños, jóvenes y a los no tan jóvenes les gusta saborear. Las paredes en el interior de la heladería están pintadas del color del arcoiris, le dan un color y un brillo que deslumbran a todo aquél que penetra en el lugar. Como cursa el mes de octubre los empleados están disfrazados de diferentes personajes, de princesa y príncipe, la cenicienta, la bella durmiente, y los colores van a tono con el concepto de la heladería. Susana, desde que supo que Andrés, trabaja en la heladería, frecuenta muy seguido el lugar. Al salir del colegio, con la excusa de comprar un helado, la mayoría de las tardes, concurre a la heladería para tener y ver de cerca a su galán. Los nervios se apoderan de ella, de su sentido, pensar y actuar, de sus sentimientos. Cada día que pasa siente en su alma y en su corazón de tenerlo junto a ella, de tocarlo, de besarlo, de acariciarlo. Siente la necesidad de visitar la heladería para comprobar más y más sus sentimientos hacia ese ser que todavía no conoce del todo.

 

Doña Petra sospecha que esta pasando algo con Susana. La muchacha sale más de lo usual, en esos instantes en que Doña Petra desea realizar el viaje para invierno. Doña Petra le dice a Dorotea que esté pendiente de Susana, ya que se imagina que ocurre algo de espaldas de ella y eso no le agrada. Dorotea insiste en que la muchacha le diga y le cuente lo qué le sucede, pero de la boca de Susana sólo sale un suspiro de felicidad, el cual Dorotea se imagina que se trata del verdadero amor que ha llegado a la vida de la joven. Una mañana, Dorotea entra a la habitación de Susana en busca de alguna pista que le confirme lo qué le ocurre en verdad a la muchacha. Sólo vé libros regados por todas partes del dormitorio, sus recuerdos en cuadros colgados en la pared y ropa que tiene que ordenar, pero nunca encontró su diario, yá que esta todo escrito allí, lo guarda en un pequeño cajón de la mesita de noche asegurado con llave. Dorotea sale de la habitación y habla con Doña Petra, la criada le dice que no pasa nada con la joven. Al día siguiente, se sientan todos en la mesa para desayunar como era de costumbre. Juan está harto de ir a la escuela y se le nota cada día en el rostro. Eduardo con su uniforme de mecánico, listo para la práctica, en donde estudia. Susana con una felicidad en el interior porque se encontraría de nuevo con el muchacho. Y, la mirada insensata de Dorotea, hacia Susana, por la sospecha del gran amor. Cada uno le asegura a Doña Petra, sus actividades del día, que si Juan había que buscarlo al colegio al medio día, Eduardo que llegaría tarde, porque arreglaría el auto descompuesto de Don Domínguez, y Susana, que iría a la heladería a comer otra vez helado al salir del colegio. Pero, esta vez Susana no se imagina que en la esquina del colegio esta Dorotea, esperándola para acompañarla a la heladería. Susana, nerviosa por la presencia de Dorotea, acepta que le acompañe; y en la heladería trata de disimular sus nervios frente a ella y a Andrés. Andrés decide ir a la mesa donde se encuentran y saluda con un beso en la mejilla a Susana y le presenta a Dorotea al joven. Dorotea yá se imagina que ése es el muchacho del cual Susana está tan enamorada y de las tardanzas a la Casona. Dorotea llega a la Casona con Susana y le dice a la muchacha que le llevaría leche a su dormitorio. La muchacha, insípida, se va a la habitación con la penumbra de que Dorotea se imagina algo, ¿porqué estaría esperándola en el colegio y quería acompañarla a la heladería?. Dorotea conversa con Doña Petra al respecto de lo pendiente que estaría de la joven, pero de repente, en su pecho, un susto embarga a la nana de Susana y no se atreve a contarle lo sucedido a Doña Petra. Susana vá más seguido por la heladería, pero Andrés no se muestra tan cariñoso como ella espera.

 

Hoy es sábado, Eduardo y Sara están es la estancia de caballos, como siempre, cabalgan hasta llegar a su escondrijo favorito. Esta vez, siendo sábado no se encuentra ninguna pareja por los alrededores. Los dos deciden darse un chapuzón en el río cubierto de hojas que caen de los árboles. Hay muchas piedras, pero, en sí se zambullen en el río como si fueran dos adolescentes en plena diversión. Los dos mojados de pies a cabeza se montan en los caballos y se dirigen nuevamente hacia la hacienda de Severiano. Severiano con voz enérgica le pregunta a Eduardo cuando se casará con su hija, que ya es hora de pensar correctamente, y con prudencia acerca del matrimonio. La joven pareja lleva casi cinco años de noviazgo. Eduardo con nervios y la voz entrecortada le responde a Severiano que todavía no es necesario de hablar de matrimonio, ya que los dos están de acuerdo en que se casarán cuando su estado de madurez haya llegado al nivel perfecto.

 

                                          

Severiano es un viejo respetado por toda la región de las fincas, pero no entendió aquellas palabras tan sabias del joven Eduardo; no los inoportunó más y los dejó tranquilos. Él se fue solo para la Casona. Juan está en el jardín jugando con Timoteo mientras es observado por Doña petra, que suele salir los sábados al jardín a dar su paseo como de costumbre. Susana sólo piensa en que llegue el lunes para poder reencontrarse en la heladería con Andrés y le pide permiso a Doña Petra para poder salir de la Casona a compartir con una amiga del colegio. Doña Petra le queda la sospecha de que algo ocurre y le contesta que sí a la muchacha. Mientras que, Dorotea la mira con un aire de imaginación. ¿A dónde irá la joven? ¿ A la heladería?, se preguntó.



Susana sale de la Casona en busca de ayuda para poder lidiar con sus sentimientos hacia a Andrés. La amiga, llamada Susy, (también excelente estudiante del colegio), se encuentra a la salida de la Casona con Susana. Las dos salen corriendo del lugar, riendo como si estuvieran haciendo una travesura; y llegan hasta la heladería y ordenan una batida de fresa y vainilla para cada una. La dependiente llega con las batidas, mientras que Susana le confiesa que ama perdidamente al muchacho de la heladería. Susy, un poco despistada, le sonríe, y le dice que quiere saber: ¿cuál es?. Cuando Susana voltea a señalar quién es su galán llega exactamente Andrés. Andrés sin darse cuenta de lo ocurrido le pregunta, ¿qué pasa, Susana?. Susana se queda sin palabras, asombrada y rojiza al ver que su eterno amado esta allí, precisamente allí, frente a ella y ella señalándole. Susy deja escapar una carcajada y los deja solos. Susana muy vivaracha, porque está acostumbrada a tener lo que quisiera, le expresa su amor incondicional a Andrés. Andrés no desea jugar con los sentimientos de ella y le responde que sólo la quiere como una amiga, como una verdadera y fiel amiga para compartir momentos inolvidables. Ella, sin más ni más, por no derramar una laǵrima frente a él, recoge sus cosas y se va. Susy, la está esperando y le cuenta todo con exactitud lo que le acaba de suceder. Susana llega a la Casona y le dice a Dorotea que le lleve un vaso de leche a la habitación, como de costumbre y escribe en su diario lo acontecido.

 

Continuará……………………………………………………………………………….

Ver métrica de este poema
  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de julio de 2018 a las 00:04
  • Comentario del autor sobre el poema: Una novela corta que escribí alrededor del año 2010...
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 22
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos Novedades semanales




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.