Desnudo frente al espejo.

Vestí la traicion de amor buscando una justificación a tu engaño, tan inútil y tacaño que fui, insensible a lo que soy e indiferente a mi reflejo. 

Perdí motivo de sonreír. 

Buscando con desespero lo que soy encontré al hombre que deje de ser. 

Emocionado entonces recogí los pedazos de mi memoria, me entusiasmé pues por fin me abrigarian letras que desconocía, nuevas prosas darían el compás a mi vida; esa musa etérea dejaría de ser mía. 

El tenor de su voz no me arrullaria por las noches. 

Las cuerdas de su guitarra no me harían divagar más en ella. 

El erotismo de su reflejo me excitaria sin más, aunque no lo quiera, mi cuerpo se entregará con vehemencia pulcra a un amor que no lo fue. 

 

Bailé, bailé en el llanto entero con la misma alegría que suenan las teclas en la Marcha Turca, ¿Qué más me quedaba? ¿Tragarme el dolor? ¿Ser hipócrita conmigo? ¿Rechazar la soledad? 

La danza húngara número 5 deleitó mis ideas y mis ganas de no engañarme, eso ya me lo habían hecho, pero engañe al dolor y a la tristeza al dejarme llevar y olvidarme de todo: del recuerdo, del pasado, de ella e incluso de mi. 

 

Mi derrota entre líneas se empezó a ver,

Mis letras se dejaron de conocer

Probé la amargura de sus labios y de su amor, la miel. 

Fui débil ante el sabor de su piel:

Un algodón de azúcar morena

Caí ante la tentación de una piel nueva. 

De una piel que sabía a ella.

 

El petricor de la mañana relajaba hasta mis más tensos quereres.

El rocío que dejaba su alma en mi cama era suficiente para llenar de vida a la mía cada mañana.

Un violín endulzado al ser tocado por ella hechizaba entonces hasta el dolor más profundo, creí necesitar de sus notas más a menudo, creí sentir sus manos tocándome el pecho, acariciando mi espalda dándole vida mis poros, mi alucinación llego lejos pues solo era yo en la noche, desnudo frente al espejo.