Palidezco ante la sal añeja
de las lágrimas derramadas.
Repito esa herida crepuscular
y no es el sol
son ojos los que se ocultan.
Hemos ido dejando sangre en los pechos
y un dulce cementerio de mariposas
en las bocas.
Que no te quepa en la mente
el fuego de los árboles calcinados
ni los veleros fugaces
yendo y viniendo en el aire
como soplos.
No dejes de colgar miradas en el cielo
o lanzar caricias infinitas,
aunque a veces haya
desahuciados que escupen el firmamento.
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Autor:
Adrian VeMo (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 10 de junio de 2010 a las 13:48
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 303
- Usuarios favoritos de este poema: Libra *M*, LA GITANITA, Elisabeth Gómez Rascón, CloHurtado, Elo
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