Fue esa primera vez que la vi...

Claudio Azofeifa

Fue esa primera vez que la vi. Luego de una larga noche de insomnio, cuando paseaba desesperadamente por los pasillos de ese antiguo hospital, tratando de salvar mi alma debido a aquel intenso dolor que sometía mi ser. Solo logrando encontrar una sensación de horror y de opresión que amenazaban constantemente con dominar  y aniquilar mi voluntad. Esa tarde de junio mientras mi mente se sumergía en un laberinto de confusiones y dudas, vislumbre a lo largo, bajando por aquella rampa oscura una figura majestuosa que brillaba por encima de las personas que se paseaban desorientadas por aquel frío y tétrico lugar, sus increíbles rasgos, esa increíble belleza alzándose delicadamente como una rosa en un jardín, provocó en mí un súbito freno en mis pensamientos, permitiéndome  contemplar tal belleza como si fuese una estrella fugaz, de pronto, sin esperarlo, se acercó hacia mí y me habló, sin que yo le hubiera dado pie para ello, iluminando esa estrella todo a mi alrededor, ese rincón frío y transitado del pasillo se volvió el lugar más cálido del hospital. Mientras ella me hablaba analizaba su actitud y con gran interés la miraba, vi especialmente su rostro a la luz que brillaba de una pequeña bombilla en el cielo raso. Era un semblante noble, hermoso, cálido, mostraba los signos distintivos de un linaje y refinamiento poco común en esta epoca y lugar. Al verla sentía mucho entusiasmo, todas estas cosas largo tiempo deseadas en una mujer, esa dulce melodía que emitían sus labios aturdió lo más profundo de mi ser, sus ojos que me embarcaban sin rumbo hacia un ignoto universo hermoso del cual no deseaba volver, esa calidez de su presencia que apaciguaba el dolor de mi alma, su cabello, su sonrisa... Así conocí efectivamente aquella tarde los tesoros que con el tiempo harían de mí un poeta soñador. Poco después de ese hermoso encuentro me llevaron por esos rincones antiguos, estrechos, tortuosos pasadizos donde parpadeaban las luces constantemente por las noches, las multitudes de seres blancos que andaban por los pasillos, formadas por extraños de rostros duros y ojos estrechos, extraños astutos, sin sueños ni afinidades con el paisaje de su entorno y que jamás tendrían cosa alguna que ver con mi persona. En aquellos dias monótonos internado en aquel sombrío lugar donde la tristeza y soledad reinaban, la búsqueda de antiguas bellezas y misterios eran lo único que mantenía viva mi alma, me parecía un raro favor del destino haberme topado con aquella hermosa mujer, provocando que mi mente y corazón me dictarán las más hermosas frases inspirados por esa tan fantástica belleza. Luego de meses de internamiento, mi recuperación había sido satisfactoria, marcando el final de mi estancia aquel lúgubre lugar y dando comienzo a esa nueva vida que me aguardaba. Al pasar los días, la inspiración poética por aquella mujer tan anhelada se había disuelto en el mar del olvido, trayendo a mi vida solo una negrura estremecedora y una soledad indecible; saber que tan solo fue un cálido y tierno rayo de sol que se filtró en ese tétrico lugar, brindándome un poco de luz en medio de esa pesada oscuridad que absorbía mi ser; comprendiendo al final que solo fui un paciente más, no iba a llegar a mí esa tan anhelada felicidad que mi subconsciente en sueños me fabricaba, por qué ella, Olivia, solo estaba haciendo muy bien su trabajo...

  • Autor: Claudio Azofeifa (Offline Offline)
  • Publicado: 26 de abril de 2018 a las 02:39
  • Comentario del autor sobre el poema: ¿Si alguien la conoce?
  • Categoría: Carta
  • Lecturas: 49
  • Usuario favorito de este poema: Flor de otoño.
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