LA DOLOROSA HISTORIA DE OTA BENGA

Verano Brisas


AVISO DE AUSENCIA DE Verano Brisas
Ninguna


Leopoldo II, rey de Bélgica,

sentado en su trono genocida,

utilizó a los nativos del Congo

como exclusiva propiedad privada,

a través de un ejército mercenario

indigno de mejores causas.

 

Con diez millones de seres mutilados,

esclavizados y explotados

redujo su población a la mitad,

ayudado por el hambre y las enfermedades

en esos campos de miseria y muerte.

 

Allí vino al mundo “el hombre-simio”,

Ota Benga, indefenso y condenado

a vivir más tarde en una jaula

junto a Dohong, orangután amaestrado,

en un zoológico del Bronx,

cuando fue vendido

a un empresario estadounidense

por un traficante negrero,

más interesado en sal y telas

que en su engorrosa propiedad pigmea.

 

En su Congo natal Ota Benga presenció

los cuerpos mutilados de sus hijos

al regresar a su aldea de una cacería,

cuando fue apresado por soldados belgas

junto a un bosque cercano al río Kasai

en una de sus tantas campañas de terror,

iniciadas contra los que se resistían

a trabajar sin paga para el amo blanco.

 

Igual que otros aborígenes de África,

Ota Benga fue llevado a Norteamérica

por creerlo carente de inteligencia,

cultura, tradiciones y religión alguna.

 

Convirtiose en atracción un largo tiempo

de aquel jardín zoológico,

entre burlas y piedras proyectadas

por una multitud curiosa

que lo pinchaba con hierros y bastones

mientras miraba insensible su dolor.

Muchos viéronle llorar tras de las rejas,

humillado como fiera en mundo ajeno,

sin poder escapar de su desgracia.

 

Setenta mil años de evolución constante

han sido insuficientes para comprender

que no existen razas inferiores

en esta fauna de matices múltiples.

 

Finalmente, ya en Virginia,

con sus dientes reparados y vestido

como lo hace cualquier americano,

empezó a trabajar en una fábrica

hasta 1916,

cuando inició un fuego ritual,

arrancó las coronas de su dentadura,

bailó una danza ancestral y disparó

a su propio corazón con un revólver,

cerca del viejo cementerio negro.

 

A Leopoldo II, rey de Bélgica,

se le recuerda en tratados y en estatuas

como soberano emprendedor

de la conquista colonial de África.

A Ota Benga como un experimento

(si acaso novedoso y desdichado)

de la estúpida sevicia que alimenta

el cerebro de muchos poderosos

que proceden como fiera humana.

  • Autor: 000 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 18 de abril de 2018 a las 12:55
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 15
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Comentarios1

  • pfleta

    Impresionante la narraciĆ³n, Verano.
    Saludos
    Pau

    • Verano Brisas

      Gracias Pau, por tu gentileza. Un cordial saludo.



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