El corazón de la rosa (fábula) 

Claudio Batisti



 

 

Había una vez una rosa. Una rosa gentil, con pétalos hechos de canciones.

Las canciones tenían colores, tantos como el viento pudiera llevar, y el viento llevó los colores de cada canción.

La rosa estaba hecha de aire, el aire estaba en el tiempo y el tiempo crecía en el corazón de la rosa.

Florecía en mil pimpollos y otros miles, más sin embargo, era un solo rosal.

Y así se convirtió en prado y ese prado era un prado de rosas.

Que se volvió un bosque de árboles, mientras veía el cielo pasar entre sus ramas.

Quiso visitar el cielo y se transformó en el vuelo de un pájaro.

Quiso visitar el día, y se volvió noche, y la llenó de luz.

Quiso visitar el corazón de los hombres, y así brotó.

Brotó en silencio llena de estupor.

Brotó, y había un solo modo en que podía vivir...

 Había una vez un hombre que trabajaba la tierra... tenia las manos fuertes, un corazón lleno de horizontes y un horizonte lleno de flores: sin embargo no conocía el horizonte, y no conocía las flores, que también estaban en su alma.

Pero un  día se fue, liberó los animales del corral.

Dejó que el grano velara por el nuevo grano, doblado como una madre.

Se fue para darse a sí mismo el cielo a través de su respiración, para darse a sí mismo la tierra a través de su paso. Y el cielo y la tierra fueron las razones de su pasión.

Descubrió que su corazón latía fuerte y que tenía mucho coraje.

Llegó al monte más alto y descubrió donde termina la tierra, y donde la tierra comienza.

Pero la tierra estaba llena de sombra y la sombra derrumbaba su coraje, entonces el viaje perdió su razón.

Lloró… y de sus lágrimas nacieron flores. Corrió… y de sus pasos nacieron horizontes.

  Renunció a las flores y a los horizontes, cuando descubrió que la rosa, impregnada de sol, silenciosa, esperaba.

Para ella diseñó un cantero y lo colmó de aguas surgentes, y las surgentes brotaron de su ensoñación.

Atrajo la sombra, para protegerla, y el coraje estuvo de nuevo en su corazón.

Al final, se sintió amado por ella… repartiendo el silencio, los horizontes y las semillas de las mil flores que eran ella. Y ella era la razón.

Fue en aquel corazón donde la rosa había florecido.

Había florecido en silencio llena de estupor.

Había florecido, y era el único lugar donde quería vivir. 

 

Claudio Batisti

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  • Autor: Claudio Batisti (Offline Offline)
  • Publicado: 30 de marzo de 2018 a las 20:29
  • Categoría: Fábula
  • Lecturas: 20
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