Onomatopéyica urbe

Joseponce1978

(8 A. M.) ¡Riiiiiiiiiing! 

( Una mano coge el despertador)

¡¡Crash!!

(Lo estampa en la pared,

no hay mejor manera de matar el tiempo)

Plic, plic, plic.

(Incontinencia urinaria, no llega al baño)

ñam, plaf, ñam, plaf.

(Desayunando mientras baja

la escalera).

¡¡Brrrrrrrrrrrrttttttt!!

(Ya en la calle, automóviles constipados)

¡¡¡¡ Piiiiiiiiiiiiiii!!! ¡¡¡¡Piiiiiiiiiiiii!!!!

(Cláxones histéricos)

Tac tic tac tic.

( camino de la oficina a contrarreloj)

¡¡¡Ratatatatatatatata!!!

(Una obra, taladro ametrallador)

Cri cri cri cri

(aquí no hay grillos, alguien trata de prender un mechero)

¡¡¡¡¡¡¡ Booooooooooooooommmm!!!!!!!

( el mechero se ha encendido. Un obrero había perforado un conducto de gas con el taladro)

¡¡ Bang!! ¡¡ Bang!!

( ajuste de cuentas)

Ufffff

( sigo vivo)

¡¡¡ninoninoninonino!!!

(La ambulancia se lleva al ajusticiado)

Glup glup

( la alcantarilla se atraganta)

¡¡Clon Clon Clon Clon!!

( Doblan las campanas, misa conjunta por el ajusticiado y el del mechero)

Jejeje

(Ríe el ajusticiador)

¡¡Jajaja!!

(También el obrero)

Bzzzzz

( Un abejorro autómata)

¡¡¡Buaaaaaaaaaaaaa!!!

( bebés fuera de quicio)

Toc toc toc

( llaman a la puerta para salir)

¡¡Aaaachus!!

( el árbol estornuda)

¡¡grrrrrrrrrr!!

( llega tarde a la oficina, su jefe se cabrea)

...

 

 

De vuelta al silencio (18 de julio de 2018)

Vamos a la ciudad, te quedas con tu madre y de regreso a casa puedo sentir como aún tiembla el colchón por los saltos que dabas hace un rato. Todavía bambolea en el suelo el bote de cacao en polvo, fruto de la inverosímil carambola que se ha producido cuando pateabas la pelota: has chutado hacia arriba y la esfera de goma ha colisionado tan violentamente en el techo, que lo ha dejado sin una mota de polvo, por un momento he creído que estaba nevando dentro de la cabaña en pleno julio. La pelota ha descrito un ángulo de 40 grados antes de chocar con la base de la chimenea y salir disparada por la parte superior. Después de quitar el polvo, has deshollinado la chimenea, y la nieve se ha vuelto negra. Al caer del cielo, la pelota ha dado en el borde de una piedra y ha entrado por la ventana, y tras volver a botar en las losas, ha golpeado el bote de plástico con la fuerza necesaria para hacerlo caer al suelo. "¡Madre mía, que fuerza tiene mi Ana!" te digo con cara de pasmado, tapándome la boca con la mano. Y tú te desternillas de risa.

Han sido dos días inolvidables en el campo. Antier por la tarde te recogí y lo primero que hicimos al llegar, una vez que habiamos dejado las cosas en casa, fue bajar al pueblo a ver a mi madrina. Antes de llegar a su casa, nos paramos a comprar algo. Siendo yo niño, había en el pueblo tres tiendas de ultramarinos y dos panaderías que vendían un pan que rejuvenecía con el paso de los días. La última panadería la han cerrado hace unos meses. Y pensar que ya no volveré a sentir ese olor característico del pan recién hecho que inevitablemente me retrotraía a la infancia. Aunque todos los panes esten hechos con la misma materia prima, cada uno tiene un olor y un sabor distinto. Ocurre como con el agua, que aunque tenga la etiqueta de insípida, cada una ofrece al paladar diferentes matices. Ya solo queda abierta la tienda de la Loli, tanto ella como su madre Marilola, ya jubilada hace años, aunque siempre pendiente del negocio, llevan toda la vida detrás del mostrador, dedicadas en cuerpo y alma a su pequeño comercio. Son ese tipo de personas a las cuales se les nota que disfrutan con su trabajo. Ambas se muestras muy afables contigo cada vez que te ven.

Cuando subimos del pueblo ya estaba anocheciendo y cenamos algo, aunque no tenías mucha hambre porque te habías hinchado a bizcocho en lo de mi madrina. Como no suelo pasar muchas noches contigo, cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo, lo vivo de manera especial. Salimos a la puerta cuando ya había oscurecido del todo para ver las estrellas. Entre la casa y la farola más cercana mediarán unos 100 metros, más o menos, y por lo tanto, aquí el cielo, lejos de la contaminación lumínica, se puede contemplar en toda su magnitud. La luna también acompañaba, pues ya creciendo aunque casi nueva, se recostaba hacia poniente, escoltada por Júpiter, como siempre, que en ese momento me pareció que brillaba más que nunca. Al principio te daba un poco de reparo, pues no estás habituda a salir a la calle en medio de la negrura. "¿Papá, no te da miedo la oscuridad?". "No, hija. A la oscuridad, como a conducir un coche, hay que tenerle respeto, mas nunca miedo. En la oscuridad hay que saber por donde andas para no tropezar, y una vez que conozcas el terreno, puedes moverte con total tranquilidad. Después de estar mirando durante unos minutos el cielo estrellado, te propuse dar un paseo por el camino hasta llegar al pueblo. "Papá, a mi me da miedo, está muy obscuro". "No te preocupes, mi vida, tú dame la mano y confía en mí, ¿vale?" "Vale, papá". Y cogidos de la mano, nos dejamos engullir por la espesa negrura salpicada de estrellas y rasgada por el sonido de los grillos. Caminamos hasta llegar al pueblo y tras recorrer un par de calles, en el camino de vuelta me dijiste que no te diera la mano porque ya no te daba miedo. "Qué valiente es mi Ana". "¿A que sí, papá?" Desde luego que sí, mi vida. Ya en casa, nos fuimos a dormir y al principio unos mosquitos nos dieron la lata. Para que no te molestasen demasiado, te eché una sábana por encima y coloqué el ventilador al mínimo de potencia a unos metros de distancia, de modo que el viento les impidiera volar a sus anchas. Tengo un matamoscas de aerosol pero no me gusta utilizarlo demasiado, y menos estando tú aquí. A ver si tengo ocasión y pongo una mosquitera en la ventana del dormitorio, como ya hice en las de la cocina.

Como nos quedamos dormidos tarde por culpa de los mosquitos, también nos levantamos tarde. Yo lo hice un poco antes y me puse a preparar la comida. Puse a fuego lento un cocido, al que le eché media gallina, y te desperté para que desayunaras. Te tomaste un vaso de leche con galletas y a continuación fuimos a la granja donde trabajo para que vieras los conejos. Ginés te estuvo enseñando algunos gazapos en diferentes fases de crecimiento y viste también a las madres. Al salir de la granja, fuimos al royo. Pienso que se le llamará así como aféresis de arroyo. Se trata de una vaguada que recoge el agua de las montañas circundantes cuando llueve. Actualmente solo pasa por él una acequia por la que corre un chorro de agua. No hace muchos años pasaba por allí un riachuelo que incluso llegó a abastecer de agua a gran parte de la ciudad, por medio de un acueducto construido a tal efecto. Aunque no discurra mucha agua por su superficie, debe pasar o haber estancada en el subsuelo agua subterránea, y prueba de ello es la vegetación casi selvática que hay en la zona, compuesta de especies típicas de zonas pantanosas, como chopos, cañas o juncos. Es un lugar admirable; una porción de ecosistema húmedo dentro de una región de secano, donde la flora y la fauna se presentan con todo su salvajismo, habiendo tramos en los que tienes que salir del barranco porque es imposible pasar a través de la maleza. Hay allí una gran variedad de aves que emiten un incesante batiburrillo de trinos y graznidos. En las balsas de riego situadas a lo largo de su cauce se pueden ver las ranas saltando al agua e infinidad de insectos como mariposas, libélulas, abejas, avispas, tábanos e.t. c. Y por las noches acuden a beber los jabalíes, las zorras o las cabras montesas. Anduvimos un buen tramo cauce arriba hasta que te dije de volver, no se fuese a quemar la comida, que la había dejado puesta en el fuego. Cuando nos disponíamos a salir del royo, caminando por el borde de la acequia, vi dentro de ésta una culebrilla de agua y la cogí para que pudieras verla. Al llegar a casa, la comida ya estaba hecha y la aparté unos minutos para que se enfriara un poco. Te comiste un plato grande y luego nos acostamos un rato durante las horas de más calor, en las que se hace casi insoportable salir a la calle, y eso que aquí siempre hay 3 o 4 grados de temperatura menos que en la ciudad. No me quiero ni imaginar la que estaría cayendo allí. Por la tarde, después de merendar, te bajé al parque a que jugaras y permanecimos allí un par de horas antes de llevarte de regreso con tu madre.

  • Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de marzo de 2018 a las 11:24
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 13
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