Relatos frente al fuego (Episodio 1)

Ӈιρριε Ʋყє ☮

a Jack London

 

Hace alrededor de un millón de años, los antepasados de los humanos comenzaron a usar el lenguaje.

Luego, hace tal vez cien mil años, los hombres aprendieron a dominar el fuego.

Mucho después, hace más o menos diez mil años, nuestros ancestros inventaron la escritura.

Estas son aproximaciones muy groseras, potencias de diez, pero con un margen de error suficientemente generoso se acercan bastante a la fecha real, por otro lado imposible de conocer.

En el medio, un día entre los días, nació la literatura.

Más probablemente, una noche entre las noches. Me imagino esa noche, inmediatamente después de descubrir el fuego, ese fuego amigo que mantenía a raya a las fieras que pretendían engullirnos, ese pedazo de día encendido en medio de la oscuridad de la noche, esa hoguera que nos revelaba pares de ojos fantasmales, ojos sin cuerpos que nos acechaban desde las tinieblas, peligros misteriosos que sólo podíamos imaginar, y el terror, ese horror ancestral que llenaba las sombras de formas y voluntades, y que todavía hoy nos acecha desde hace cien mil años, escondido en el fondo de nosotros mismos, y que revive de golpe cuando menos lo esperamos, al enfrentarnos a la oscuridad.

En ese grupo que se confortaba al calor de las llamas, en medio de ese espanto que hacía imposible aquietarse, una noche, un hombre entre los hombres comenzó a hablar. No estaba advirtiendo de un peligro, ni dando una orden para organizar un grupo de caza, no estaba tampoco indicando un sitio de donde se obtenían bayas o nueces o raíces comestibles. Estaba expresando simplemente sus miedos, sus angustias, sus frustraciones y deseos. Por primera vez en la historia de la Tierra la palabra cobraba sentido por sí misma.

Y el resto de la tribu, los demás hombres y mujeres y ancianos y niños que compartían el hogar, fascinados por el hilo del discurso, pudieron olvidar durante ese lapso de tiempo las amenazas de la noche, pudieron confiar y llenar las sombras de otras formas, las de sus propios miedos, angustias, frustraciones y deseos, porque el hombre que hablaba, por el acto de hablar se convertía en el intérprete de todos los hombres: él podía expresar lo que los demás no se atrevían o simplemente no podían.

Esa noche nació la magia, porque esa noche nació la literatura.

Desde entonces, las noches fueron distintas. Las tinieblas ya no fueron pobladas por la angustia, sino por las imágenes que ese hombre podía conjurar con su discurso, esa voz que penetraba sus oídos y se comunicaba directamente con sus mentes, ese hechizo que es tan parecido a la telepatía, porque un hombre sólo con su voz es capaz de hacer ver, y oler y sentir y pensar a todos los demás.

Los discursos probablemente fueron evolucionando hacia formas cada vez más elaboradas, para mantener el interés de una audiencia crecientemente exigente, y fueron naciendo de a uno esos viejos y buenos recursos: el suspenso, el desenlace inesperado, la moraleja aleccionadora, la épica heroica, esos detalles que hacen que una historia sea digna de ser contada, y seguramente la combinatoria hizo que las palabras se fueran apilando de distintas y mejores maneras, y entonces la Belleza hizo nacer a su hija la Poesía.

U otras veces los hombres simplemente comunicarían a los demás sus ideas, sus concepciones del Universo, sus incógnitas y sus maneras de explicarlas, y ese hecho de compartir a través de la conversación generó la filosofía, la ciencia, y la religión.

Este era el tema que más disfrutaba Lanzador-De-Hachas. Él era un cazador, y era bueno en lo que hacía. Conocía los tiempos en que las manadas de los distintos animales atravesaban el territorio de la tribu, y era capaz de predecirlo por el sitio de la salida del sol. Por supuesto que muchas veces había animales que se le escapaban, pero cuando una de sus flechas había penetrado la piel de una presa, inexorablemente esa presa se convertía en comida.

Por eso y por otras cualidades, a menudo era él quien tenía a su cargo organizar a todo el grupo de cazadores. Y eso significaba asumir la responsabilidad y el compromiso de alimentar a toda la tribu. Esto podía representar la diferencia entre la vida y la muerte de muchos.

Lanzador-De-Hachas sabía que cuando ellos cazaban un animal para comer, la tribu sobreviviría por dos o tres días más. Luego empezaban a morir los más débiles, los niños o los ancianos, después del tercer o cuarto día. Incluso después, si el animal era grande. Pero los animales más grandes eran más difíciles de matar, y además el riesgo de perder algunos cazadores en el intento era mayor.

Así, se fue dando cuenta que cuanto más costaba quitarle la vida a un animal, más tiempo de vida le proporcionaba ese animal a la tribu. Era como que la vida era un fluido, un fluido que los animales llevaban adentro, y al matarlos, él llevaba ese fluido para la tribu, y así les traspasaba a los demás la vida de los animales que mataba. Como el agua, el agua era otro fluido que se podía llevar desde el río hasta el campamento, y el agua también era vida, sólo que más fácil de recoger.

Incluso las vidas de los cazadores que morían se trasladaba a la tribu, porque cuantos más cazadores morían al capturar a un animal, más vida les daba ese animal a la tribu. Como matar un mamut, ya se sabía que para matar un mamut se podían perder dos o tres o quizá más hombres, pero un mamut le procuraba a la tribu muchos días de subsistencia, y también pieles grandes para vestirse y cubrirse de la lluvia, y cuando se vestía la piel del mamut se podía sentir su calor, y ese calor también era parte de la vida del mamut.

Como el calor del fuego. El fuego podía matar, pero también podía conservar la vida, como en los tiempos de nieve, con el fuego la tribu podía resistir aunque hiciera mucho frío. En la nieve, sin fuego te podías morir. Entonces el fuego también era un fluido, y a lo mejor el fuego y el agua y la vida y la sangre eran el mismo fluido.

Lanzador-De-Hachas había observado que los animales no se morían enseguida: cuando mataba a un animal, la carne de ese animal era buena por un corto tiempo, porque el animal se seguía muriendo lentamente, y después de una semana o dos, antes si hacía calor, cuando el animal se había terminado de morir, ya no se podía comer, porque si comías un animal que se había muerto del todo, te comías la muerte con él y te morías también. Pero el fuego podía matar la muerte de la carne de los animales, y esta carne duraba mucho tiempo más. Entonces el fuego era vida, pero además era vida que podía matar la muerte.

 Y, por otro lado, el agua, que también era vida, podía matar el fuego, como el agua de la lluvia en los tiempos calurosos. Entonces el agua podía matar al matador de la muerte, y todo esto se volvía muy confuso para Lanzador-De-Hachas, porque sabía que la vida, y el fuego, y el agua, eran buenos, pero no debían mezclarse.

Y además, los tres fluidos se agotaban rápidamente con el tiempo. El fuego se apagaba, el agua se secaba, y la gente y los animales se morían, cierto que algunos más rápido que otros.

Estos eran los temas de los que hablaba Lanzador-De-Hachas alrededor del fuego, ciertas noches en las que estaba locuaz. Algunos lo entendían, y le aportaban ideas nuevas y valiosas. Otros lo refutaban sin lógica alguna, por el puro gusto de razonar, y otros, tal vez la mayoría, lo escuchaban fascinados y creían en todo lo que él decía, sobre todo los niños, que esperaban convertirse en hombres para ser cazadores de renombre como él.

Así fue como una noche a Lanzador-De-Hachas se le ocurrió pensar que había animales que tardaban más en morirse que otros, este era un hecho. Y no siempre esto tenía que ver con el tamaño, porque todos sabían que era más difícil matar al leopardo que al ciervo, y el leopardo era mucho más pequeño que el ciervo. Pero al llevar la piel del leopardo podía sentirse mucha más vida adentro, y esto también era un hecho. Esto confirmaba que los animales tenían distinta cantidad de vida adentro, había animalitos que tenían una vida insignificante, como los caracoles, que uno podía matar casi sin darse cuenta, al caminar, y otros que tenían una cantidad de vida enorme, como el mamut.

Y si esto era cierto, y también era cierto que había muchos animales que ellos no conocían, y otros que habían visto muy pocas veces o sólo una vez, entonces debía haber en algún sitio un animal que tendría tanta vida adentro que no podría morir. Este era el Animal-Que-No-Muere. Si alguien pudiera cazar este animal y traerlo a la tribu, la vida que él proporcionara alcanzaría para todos, para siempre, y ya no sería necesario volver a salir a cazar nunca más.

Esa noche Lanzador-De-Hachas decidió que buscaría a ese animal y lo cazaría para la tribu. Por supuesto que no sabía como era, tal vez sería grande como el mamut, pero una cosa era segura: si el animal existía, no podría tener hijos ni andar en manada, porque si el Animal-Que-No-Muere tuviera hijos sería tan abundante que seguramente todos sabrían de él, y esto no era cierto y eso también era un hecho.

 

(Continuará)

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Comentarios5

  • Ana Maria Germanas

    Lanzador de hachas....., el compendio de tu anterior disertacion, que en un interesante sendero evolutivo, va desarrollando su capacidad analitica.-
    Me atrapo tu relato ,Julian, espero anhelante, la busqueda y quizas encuentro, del animal que no muere.-te dejo un cariñoso saludo.-

    • Ӈιρριε Ʋყє ☮

      Gracias Anita

      Mañana tendrás el segundo episodio, puntualmente.

      Un abrazo

    • Anton C. Faya

      Aqui Julian, atento a tu relato, que tiene mil caminos por recorrer, y viniendo de vos seguro nos va a deparar sorpresas ....
      Buenisimo!!!

      • Ӈιρριε Ʋყє ☮

        Es otro género, pero espero atraparte con el relato.

        Gracias, mi hermano, por pasar siempre por aquí.

        Un abrazo

      • Jose Adolfo

        Inquietante relato historia de la evolución - luego de tantos siglos - redescubro en el lenguaje - en vuestra escritura - la urgente necesidad milenaria de regarla como sembradío de frutos vitales a la existencia - Todo está intimamente relacionado en correspondencia con el univesro y sus criaturas - lo contrario conlleva a la peligrosa concepción del pensamiento único como catástrofe contra la vida - a la dogmatización del pensamiento - a los nuevos holocaustos - En la continuación de tu palabra - vale incorporar la poética como alma y corazón del devenir hacia las utopías realizables apreciado escritor Julian Centella - Gracias por la magistral clase

        • Ӈιρριε Ʋყє ☮

          Gracias a vos por los conceptos que superan este humilde relato.

          Un abrazo

          • Jose Adolfo

            hermano nada de ello - sólo se me explotó la cotufa y me di a escribir lo que siento - Tu relato - a parte de ser humilde - lleva la grandeza de los poetas

          • Bienvenidos

            Sigo alrededor del fuego.... al pie de tu relato,
            saludos.

          • Esteban Mario Couceyro

            ¿Cómo..., los pollos no nacen es bandeja de telgopor?...
            Le hice la pregunta a mi "Real dolls" y no encontré respuesta.
            Con total angustia, me puse a rezar al Dios creador...
            Ya estoy tranquilo...

            Un abrazo.
            Esteban



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