La granja escuela

Joseponce1978

Hija, hoy hemos ido a la granja escuela. Cada pocos meses te llevo allí para que no pierdas el contacto con lo natural. Mi deseo hubiese sido criarte en plena naturaleza; haberte enseñado todo lo que me inculcó mi padre a mí. El destino ha querido que vivas en la ciudad, quizás yo podría haber hecho las cosas de otra manera para tenerte conmigo, pero no me quiero fustigar más por ello. El caso es que cada vez que estamos juntos, trato de llevarte a los últimos reductos naturales que quedan en la urbe. Y uno de los más significativos es la granja escuela, siempre abierta al público. Es un lugar destinado a que los jóvenes estudien carreras como ingeniero agrónomo. Me gustaría que estudiases algo allí, te lo recomendaré aunque siempre respetaré tus decisiones, sean las que sean, siempre y cuando no supongan un evidente riesgo para tu integridad.

En los últimos años han descuidado un poco las instalaciones. El mantenimiento, sobre todo del jardín y la fuente, deja algo que desear. A pesar de ello sigue siendo un espacio idílico.

Como aún hace frío, los huertos están a la espera de ser inseminados de todo tipo de hortalizas y los árboles y las plantas ornamentales aguardan la llegada de la primavera para florecer. Qué bello es ese lugar cuando tú correteas por él en abril. Ya queda poquito y la cercanía me llena de impaciencia.

Hoy te he llevado más que nada para que veas los animales. Lo que te gustan los animales y lo que gozo yo al verte interactuar con ellos. Cuando veo algún niño que se espanta al ver a un gato me causa mucha lástima. Cada vez que oigo a un padre decirle a su hijo que no se acerque a un perro porque tiene pulgas se me antoja tan aberrante...Pero tú no ángel mío, a ti te encantan los animales y ellos, como no podía ser de otra forma, se alegran sobremanera cada vez que te ven. Ellos son muy inteligentes, saben distinguir entre quien los aprecia y quien va con intención de hacerles daño.

En primer lugar nos hemos detenido en el jaulón de las gallináceas, que nada más verte han acudido a ti cacareando. En realidad ya conocen tu voz, y cuando has llegado hasta ellas, ya andaban agitadas. Como te gusta darles de comer. Lo primero que me has pedido cuando te he dicho que íbamos, es un paquete de galletas para desmenuzárselas e ir echándoles las migas. Te indignas porque el gallo se aprovecha de su poderío para apartar a las gallinas y así llevarse la mejor parte del banquete, y le riñes, pidiéndole que no se lo coma todo, que las gallinas tambíen tienen hambre, señalándole con el dedo índice en un claro gesto reprobatorio. "¡ Gallo, no seas malo, déjale galleta a las gallinas, pobrecitas. Kiiiiikirikiiii!" le dices, y parece que te entiende, porque se te queda mirando fijamente y se ladea para que las gallinas coman. También le das su ración al pavo real. Qué bonito es. Cuando despliega el colorido abanico que tiene por cola,  te quedas absorta mirándolo mientras yo te miro a ti.

De las gallinas pasamos a las cabras, al llegar al corral te has puesto a arrancar toda la hierba que tenías a mano para ir dándosela a través del cercado. Qué feliz te hace ver como las cabritas comen de tu mano. La primera vez que fuimos no te fiabas mucho, temías que te mordiesen, pero ya sabes que no, lo más que te hacen son cosquillas en las manitas, y te ríes, con esa risa que me eleva al séptimo cielo. al ir a coger un hierbajo, has tocado una ortiga y te has rascado al sentir el repentino picor, que se te ha pasado en seguidas, pues ni siquiera se te ha enrojecido la piel. Vas a ser dura como tu padre.  A partir de entonces te he ido dando yo la hierba, explicándote cuales eran urticarias, y por lo tanto no debías tocar, y cuales podías agarrar tranquilamente, lo cual has comprendido muy bien. Las ortigas no son malas, mi vida, son una planta milagrosa, con unas propiedades nutritivas y medicinales excepcionales. En realidad no hay malas hierbas, solo es su manera de defenderse.

Dejamos a las cabras y nos vamos a ver a las ovejas. "Papá, las ovejas tienen lana para hacer bufandas y gorros". Muy bien hija, que sorpresa que ya lo sepas, pues yo no recuerdo habértelo dicho, te lo han debido explicar en el colegio. También has tratado de darle hierba a los rumiantes lanosos, pero éstos son más desconfiados que los caprinos y no se han atrevido a acercarse. Son como tímidas nubes que se dispersan para que el sol pase a través de ellas. Así es sol mío.

De las ovejas hemos pasado a los caballos, te fascinan los caballos, recuerdo el día que viniste llorando desconsoladamente porque querías que te comprase uno. También les has dado un poco de avena que había en la cuadra. Hemos visto a una joven practicando equitación en un corcel precioso. No he podido evitar pensarte con 15 años sobre la grupa de un unicornio. Si hijica, serás una gran amazona. 

Por último hemos pasado por al lado de las pocilgas, y tratabas de imitar el gruñido de los cerdos. También les has echado unas galletas. Después de despedirte de los cerditos, nos hemos marchado, pues ya estaba oscureciendo y empezaba a refrescar. Me has dicho que querías volver mañana, se te notaba tan entusiasmada... mañana no podrá ser, tengo que trabajar, pero no tardaremos en regresar.

 

  • Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de febrero de 2018 a las 21:23
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 14
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