Mujer

Porfirio Tárrega

Mujer, una palabra tan compleja como hermosa. Tantos discursos, tantos versos y canciones han sido escritos en su nombre y pareciera que jamás nadie logrará capturarla de forma íntegra ni en la más extensa retórica.

 

Esta ocasión, haré mi propio intento, aunque juro que fue imposible hablar de la palabra mujer sin hablar de ti, al igual que es imposible escribir de ti sin hablar de Dios.

 

Hermosa como estrella que adorna y da vida a los primeros instantes de oscuridad de un pálido atardecer en un cielo que, de no ser por ella, parecería muerto.

 

Eres tú… estrella que Dios volvió mujer y no sólo eso, la volvió la más perfecta de ellas, hermosa por defecto, inteligente por naturaleza, gentil por decisión.

 

La palabra mujer se hizo para ti; flor mágica de profundos colores con los matices más inesperados. Flor que todas las mañanas se muestra encantadora y que justo cuando se cree que la belleza ha alcanzado su máxima expresión, es capaz de superarse a si misma a la par que el amanecer vence a la noche.



Dios te dotó con una hermosa y especial sonrisa. Instante infinito en el que, en un parpadeo, la belleza absoluta cruza la mente de quien la observa como un disparo de luz en la oscuridad; un gesto tan espectacular que nadie puede dejar de mirar. Divina puerta que permite tener una probada de lo que es el paraíso, una pizca de lo que Dios tiene preparado.

 

Por eso, estoy convencido de que una sola sonrisa tuya tiene la habilidad de volver una mejor persona a quien la ha visto, ya que a través de ti, habrán tenido la oportunidad de echar un vistazo a la alegría y plenitud total que sólo podría describir como sagrada.

 

Vas por la vida tal vez sin darte cuenta de que tu sola presencia es capaz de iluminar la vida de quienes te rodean. Luminaria que va llevando alegría por donde pasa. Luz, luz de mujer es la que tienes, luz que sólo tú has tenido la generosidad de compartir a través de tu bella sonrisa.

 

Qué pena tan grande cuando tu sonrisa se ve opacada, cuando ella está ausente, cuando tu corazón no te permite otorgarla, en aquellos momentos cuando la tristeza y las penas de la vida te perturban, cuando tu mente esta ofuscada por dificultades. Es entonces que el portal de Dios se cierra y aquel haz de luz se vuelve tan sólo penumbra.

 

¿Qué palabras se deben usar para devolverle la luz a una estrella? ¿Qué podría hacer un ser tan trivial para recuperar tan maravillosa esencia? Son algunas de las preguntas que cruzan por la mente de aquel que ha vuelto suyo tan noble deber.

 

En ese momento es cuando sabes que Dios te requirió como herramienta suya para devolverle a aquella, su más hermosa obra, la luz que las penas han logrado atenuar.

 

¡Ay de aquel que no valore esas lágrimas!

¡Ay de aquel que desprecie de algún modo aquello que le confías!

 

Doloroso tesoro para quien ha tenido el honor de verlas bajar por tus suaves mejillas, donde el paso de cada lágrima es eterno y tortuoso.

 

Pero inclusive en tan complejo momento, suceden buenas pero inusitadas revelaciones, puesto que una sola lágrima tuya permite ver lo hermoso que es tu corazón, tan fuerte y frágil al mismo tiempo, tan grande y tierno, es presencia física y húmeda del dolor que llevas.

 

Y aquel que logra secar tus lágrimas, varias bendiciones recibe, pues no sólo habrá consolado a ese grandioso corazón sino que, sin percatarse, le habrá devuelto a muchos la alegría infinita que se siente al verte hermosamente deslumbrante de nuevo.

  • Autor: Porfirio Tárrega (Offline Offline)
  • Publicado: 18 de febrero de 2018 a las 02:12
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 39
  • Usuarios favoritos de este poema: ADANS BECMAN
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