Mi niña, la vendedora de tortillas

Ron Alphonso

Mi niña, la vendedora de tortillas

Tarde plomisa... nubarrones queriendo parir su humedad.
Mis manos como siempre, atrás. 
Era el gesto de mi padre cuando vagabundeaba la vida. 
Es el mío cuando me apresa la inexorable y maldita soledad.
Mi rumbo... el paraje alcanzado al final del día. 
Camino lento, mi mirada ávida al paisaje.
Me detengo en la fuente del parque, 
el colorido y nado lento de los koi, el pez del amor, me transmiten paz...
Levanto mis ojos al sendero de las gerberas y...         oh visión celestial...

La veo a ella... casi la he aprendido de memoria.
Su figura esbelta, grácil, su piel tostada al sol,
ha tomado para si, el color de la canela.
No camina, se desliza despacio, 
sus caderas con ese movimiento pendular, rítmico, alucinante, 
embriagarían la vista de un asceta.
Su cofre de las delícias... 
conformado visuálmente por un vientre apretado, 
nalgas de mármol y lo que la imaginación intuye... 
esta coquétamente cubierto por una falda de tela, 
cuajada de flores de mil colores.
No sobra decir, que sus delicados pies, 
se han encallecido en sus plantas... va descalza.
Una blusa cubre lo que no debiera 
y deja al descubierto sus brazos, largos, ágiles, útiles...
allí bajo la casi imbécil transparencia...
dos tentadores frutos del paraiso...
los senos mas preciosos que hallan imaginado ver mis ojos mundanos.
Turgentes, desafiantes a la gravedad, 
coronados por areolas achocolatadas 
y pezones del tamaño justo, 
para un banquete de besos mordelones.
Bendito el frio que los mantiene eréctos!
Esto ya es absurdamente delirante, pero falta subir la mirada.
El sendero... un cabello azabache, fino, brillante,
con aroma a limonero, que luego de volar libre,
cuando el viento amáina, cae envidioso
cubriendo esos hombros que insítan al beso juguetón, 
cuota inicial de una lujuriosa cena de viernes bohemio.
Enmarcado cuidadosamente... el más precioso rostro, que algún ángel generoso,
regalo a la niña para premiar su buen juicio.
Cejas divinamente demarcadas, hacen de alar
a un par de luceros, que envidiosamente
se empeñan en llamar: ojos.
Negros, vivaces, narradores de mil travesuras.
Una nariz perfecta, recta, con aletas que parece palpitaran,
ante el halago picarezco, de cualquier ambicioso mocetón.
Su boca... manantial de dulzura,
fuente presentida de inagotables besos,
labios carmesí, bien marcados, carnosos,
siempre húmedos... letales!
En su interior, una blanca y completa colección de perlas,
engalanan tímidas su insinuada sonrisa.
Esa es mi niña, la vendedora de tortillas.
La he devorado con mis ojos, cada tarde, cuando se acerca lentamente y me pregunta:
- Con que quiere su tortilla, Señó?
- Contigo, amor... doble porción y de adición...
un beso que me mantenga vivo, en tanto vuelves... pienso, la miro y señalo la mermelada de fresas...
El rubor que invade sus mejillas me hace pedir algo más...
regálame una de las dos manzanitas, que tan deliciosamente luces en tu faz...
- Son tres riales, señó.
- Toma cinco y te debo la vida.
- Buena tarde, señó.
Susurra y la guarda en su monedero,
con la virgencita morena, delicadamente bordada.

Se marcha dejando su aroma de limonero,
el brillo infinito de sus ojos, en mi mente
y ese caminar insitador, exitante,
delirante, con que se va alejando...
ella sabe que mi mirada la sigue y como si se examinara...
hace de su partida, una danza árabe,
digna de la mas erótica versión del kamasutra,
sin perder nunca su inocencia.

Quien quiere mis años y experiencias?
Los dono y encimo unas cuantas canas.
Quiero ser nadie, quiero mi desperdiciada juventud,
tengo la ternura y la reprimida alegría
que la soledad me ha obligado a esconder.
Tengo el vigor que los malos amores no lograron consumir.
Pero no la tengo a ella...
porque ha llegado tarde a mi vida...
y envejecí esperándola.

No dejes tu amasijo, no falles a la cita.
Aquí estaré siempre... en el pozo de los koi,
que me recuerdan tu lento caminar,
tu colorida falda y el amor que arde en mi pecho.
Alguien puede ayudarme a cambiar mi tiempo,
por días de menos horas?
Temo morir un día...
esperando el paso de ella, mi niña de las tortillas.

Ron Alphonso.

3 de Diciembre de 2016

  • Autor: Ron Alphonso (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 26 de enero de 2018 a las 03:41
  • Comentario del autor sobre el poema: Dedicado a una chica Mexicana que entre otras cosas hacia y vendia tortillas para poder subsistir.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 28
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Comentarios1

  • carina zanchetta

    El poeta admira la belleza, en todo su esplendor. la niña es niña. el viejo es viejo. cada quien conserva su gracia, y late en cada uno el tiempo.... Saludos C

    • Ron Alphonso

      Gracias por la lectura y el comentario.



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