Rompen el frío los acordes al vacío. Apenas iluminado, envuelven la exquisitez de sus dedos aquellos sonidos. El cabello cubre la ausencia de maquillaje y se pierde en el diapasón como fino encordado. Su mirada enclavada en la partitura, su alma en la melodía; por momentos cierra los ojos y se extravía.
Viajan por el cáliz ondas de rojo vino, mientras se mezcla el uva de su vestido. Asoma entre olanes y notas el negro torneado de seda, elegancia perfecta. El arco va y viene, siempre vuelve, en una noche solitaria, que solo el violín disuelve.
Otoño 2017
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