**-El Tallador de Madera - Novela Corta-**III

Zoraya M. Rodríguez

Llega Yolai, y casi se desmaya frente a Julio, ella comenta y grita “yo lo amaba”. Julio sale de la escena en el taller de Pedro apresurado como si algo o alguien le estuviera esperando. Yolai, lo observa, pero, como ella nunca ha notado nada extraño de Julio, y confía la muchacha. El tallador de madera más famoso por su artesanía, por su labor, se estremece la vecindad de tan honorable, bueno y responsable que era el señor. El tallador de madera, fue asesinado, fue un suicidio o un accidente. No se sabe a ciencia cierta que sucedió. Yolai, suspende las vueltas al río más a menudo. Y se convierte en hogareña. Yolai, se encuentra tan triste que aún así, se pierde su concentración en amar otra vez. Y decide visitar un gurú de la vida y de la concentración. Este le enseña, de todo, de la vida cotidiana como profesional y no tan profesional. Le enseña cómo cultivar la felicidad, el amor, la salud y la prosperidad en una plantita llamada el corazón. Como se tiene que regar, divertir, para ser feliz y entrelazar el deseo de vivir, como la manera de amar más. Si en la vida hay que tener que vivir, como tener la presencia de obtener un sacrificio total para ser feliz y hacer feliz a otros. Si en la esencia, como la presencia, sin la ausencia, se debe a que hay que advertirle al corazón que renazca la osadía de tener un buen día en la vida. Como es que la vida se tiene que enseñar a vivir, a amar, a tener que vivir sin tener que morir en el logro o en el fracaso de vivir. Y el gurú, seguía enseñando a Yolai, mientras ella a veces concentrada y otras veces no. Seguía aprendiendo más y más. Y Yolai, seguía visitando al gurú, mientras ella decía que el invierno era muy frío, y el verano era de mucho calor y que la pera era verde, y la manzana era roja. Y el gurú, no la entendía. De porqué ella reaccionaba de esa manera ante el dolor, el sacrificio y el haber perdido a alguien. Yolai, continuaba imaginando cosas reales, mientras el gurú, seguía enseñando cosas abstractas de la vida y como seguir viviendo. Y el gurú, la mira con un grado de sorpresa cuando Yolai, quedó intacta en su aprendizaje. Cuando ella habla a solas con el gurú, el gurú, le pregunta porqué ella decía eso. Y Yolai, con la voz entrecortada le expresaba que era porque veía el mundo con ojos reales, como por ejemplo, que el hombre al que ella amaba se había muerto y que nadie ni ella ni nadie se lo podía devolver, más que Dios. Y Yolai, se va para su casa mientras el ermitaño y erudito, pensaba en la manera de ver las cosas, Yolai. Cuando al otro día, el gurú, les enseña a todos en la clase, que tanto las frutas como los equinoccios tiene vida hasta que los separan de sus raíces o como también que cada estación tiene época. Así, es la vida y la muerte, que tenemos vida hasta que Dios nos separa de nuestra raíz que es la vida. Como la luz del sol nunca nadie la apagará sino el poder supremo de Dios. Que si, que era verdad nadie le podía devolver lo ya quitado sino mediante una relación entre Dios, entre lo existente y lo inexistente yá. Yolai, queda distraída, mientras el gurú, continúa hablando de las cosas reales en que ella creía. Entonces, ella entendió cuando la vida, le dijo que el color del amor era siempre el rojo, y era abstracto, y que también el color del mar era verde era real. Como dos cosas tan diferentes podían ser tan ciertas. Y la vida continúo dándole colores y sentido, mientras que el gurú, le había enseñado. Y ella sintió el poder de Dios en el hielo que había tomado y que con el calor del líquido se deshizo. Sintió el invierno y el calor en su piel y en sus labios. Entonces, el gurú, le dijo, que la vida es así, tan real como abstracta. Yolai, aprendió del gurú, como nunca antes, y se dijo que la sensación de haber perdido el amor se quedó por siempre en ella y en su vida. Y el gurú, otra vez, le explica que la vida tiene altos y bajos, como nacemos morimos, es ley de vida. Hasta que Yolai, entendió y entonces fue más concentrada su vida, más retraída y quedó en el olvido. Y supo, que la vida, cumple con su prometido, que en la vida existen cosas reales y abstractas las cuales cada quien ama. Yolai, decide no volver más al gurú, porque se dijo para sí, yá estaba curada. Pero, aunque nadie, se cura para siempre del dolor y de una pérdida. Ella visita, “el bozal del toro”, el río de agua verde azul que tanto le encantaba a ella y a Pedro. Se le aparece la bruja en busca de comida, y ella le tiene miedo. Y así, que el reflejo en el río se le vió el rostro de Pedro a Yolai. En el río es como un espejo, de los cuales el rostro se enfrenta a saber que Pedro ya dejó la vida y el río “el bozal del toro”. Yolai, irrumpe en dolor extremo, se recuerda del gurú, se recuerda de Pedro, y se recuerda de Rufo, se recuerda de todo lo vivido, y más aún, de haber hecho el amor con Pedro. Fue una realidad completa, ella siempre estaba acostumbrada a pensar claramente y en cosas reales. Se recuerda de la pera y la manzana, que eran colores sabios y claros. Piensa en Pedro, cómo hacerlo revivir si ya estaba muy muerto. Como rememorar todo lo sucedido si era cierto y que estaba muerto. Como sentir que la pasión es de ella sin saber que aún en su pecho se guarda el más sublime de los calores. Cómo presentir que en cada gota, en cada roce, de la verdad de la piel, esta el sentir de lo más dulce de las caricias de Pedro, otra vez. Cómo saber que el silencio entre la muerte de Pedro y la sensación de saber que aún vive dentro de su ser permanecerá por siempre en ella, abstractamente universal, como le enseñó el gurú. Pero, ella creía en las cosas más reales como la supervivencia de Pedro en su interior. Cae en una profunda depresión y se siente inmóvil, incapaz, sin deseos nuevos para seguir hacia adelante. Ella, cree en recibir ayuda profesional, pero queda pensando y ella cree que el silencio es mejor, que su carta de presentación es la soledad y que el permanecer a solas en su hogar o en el río “el bozal del toro”, es todo para sobrevivir de ese encierro autónomo que ella mismo impuso. Yolai, se siente indispuesta, y sabe que el silencio lo es todo para escuchar la paz interior de un instante. Yolai, irrumpe en llanto en el río a solas y a expensas de la soledad. Y atraviesa un mal incurable con ese pensamiento de quedar huérfana del amor y de la vida. Y la úfana verdad queda en tiempo sin espacio, sintiendo el más suave de los suspiros de su propio aliento. Yolai, la muchacha tierna, amorosa y dulce, se ha convertido, en una retraída y desolada muchacha, que vive hogareña en plena soledad. El inspector vuelve a la escena del cometido de Pedro. Todavía, no se sabe a ciencia cierta qué sucedió esa noche de espantos nocturnos. Pedro, no salió a cerrar la puerta de su taller. En cuanto, a lo que pasó no se sabe a ciencia cierta ni con el método científico han podido descubrir la incógnita de lo que le pasó a Pedro. Fue mucha sangre regada por el suelo, fue un accidente, o un asesinato, o un suicidio o un robo a mano armada. El inspector, en su afán de buscar una señal, investiga en todo lo que hay en su taller. Pinturas, maderas, figuras talladas, y sillas y mesas y demás artículos para adornar el lugar. La gubia, le faltaba la gubia, el inspector aunque no lo creas, es un inspector y no un artesano, y no sabía que existía una herramienta para poder realizar dicho trabajo con extrema perfección. La gubia, ¿dónde estaba la gubia?, se la llevó el asesino con sus huellas intactas e impregnadas de tanto que lo mató. O la dejo allí, escondida o fue que nadie se percató dónde estaba la gubia. Por tanto escombros y revolú dejados allí por el dolor tan fuerte e incesante que sentía Pedro. Regó todo el lugar buscando ayuda y se desangró o fue que alguien lo dejó allí a expensas que la muerte acechaba contra él. El inspector tan audaz e inteligente, por demás, supo de la relación extramarital de Yolai con Pedro. Y que el actual esposo de Yolai era Julio. El inspector acecha con no demorar la investigación, y se detiene a pensar, ¿por qué Yolai quedó tan dolorosa por la gran pérdida de Pedro, y dijo a todos que, “ella lo amaba”?. Y el inspector quedó asombrado con la escena tan evidente que la víctima quedó en ese estado de descomposición por una plétora abundante de sangre en el suelo. Y que el deceso del occiso, quedó fallecido en el suelo de su hogar. Y así, fue su vida como tallador de madera, como un humilde servidor del oficio, cuando su vida irrumpió en dolor.  El inspector y tan desolada la escena del crimen. Vuelve a dirigirse al hogar de Pedro, precisamente al taller detrás de la casa donde el taller era su única faena de laborar y ganar sus ingresos. Tenía el nacimiento casi viviente que había confeccionado con esa gubia. Con la madera más cara del bosque ”el ébano”. Y sin más, queda desierta toda la calle donde vivía Pedro. Porque era tan querido como a su obra más perfecta. La madera fina quedó en el olvido desde que Pedro murió. Ninguna otra gente en la calle debía de seguir en la artesanía como Pedro lo hacía. El ébano quedó en el tiempo, en el recuerdo y al olvido. Cuando Pedro, comenzaba una obra lo hacía incansablemente real, casi perfecto, en la perfección de una obra de arte hecha con sentimiento. Casi en la pureza de una madera tan pura, tan real como todo lo hecho con amor. Las obras de Pedro quedan intactas, después de entregar cuerpo y alma entre los vecinos por limpiar todo alrededor en el taller del artesano. Yolai, cautivada, inmóvil con el recuerdo se siente triste, intacta, desolada, con la pena amarga entre sus entrañas, por la muerte tan vil de Pedro. Se queda cansada, extenuada, tan débil como las olas del mar que llegan a la orilla de tanto que se pone bravío el mar. Es un viernes y todos en el vecindario indagan por la muerte del artesano. Sale a relucir lo bueno que era y que era un trabajador incansable. Se sabe que Yolai lo quería mucho como todo el vecindario. Es viernes por la tarde y decide esta vez salir de ese encierro total y visitar “el bozal del toro”, y en soledad y con la compasión del crepitar de las hojas entre las aguas del río. Y decide pensar, “qué haré yo con Julio, cuando se entere de mi relación con Pedro antes de morir”. ¿Cómo podré culminar algo que empecé, como terminar algo que quise que comenzar y que todavía con la muerte no se puede borrar la presencia de alguien que existió en mi vida?. ¿Cómo saber del silencio que dejó en mi vida y en mi triste corazón?. Y más aún, saber que el deseo es ambiguo y total. Y que si llega el frío o el calor sabré lidiar con tanta diferencia entre las dos temperaturas del cuerpo. Y como el guró le enseñó, en el momento justo y preciso en el cual ella estaba distraída y no supo de la verdadera razón del por qué el cuerpo siente esas dos temperaturas diferentes en circunstancias adversas. Se siente débil, inconsciente y retraída. Se sabe que la bruja yá se acerca a Yolai en busca de comida por la tarde. Es viernes y se sabe que la bruja aparece como de costumbre. Yolai, incesante de una codicia extrema hacia la aventura de nuevo de poder ser feliz. Se siente capaz de sobrellevar la traición, la mentira, el adulterio, el engaño, el trabajo honesto, y la dedicación, mientras a cambio el deseo de amar, de entregar la razón y la locura, de saberse amada a la hora del amor, y más aún de entregar el alma, vida y corazón en una relación que duró poco, pero, se sintió en lo más profundo. Y de poder dar lo que nunca pudo dar. Aunque en el amor se da todo por el amor, pero se quedó sin nada entre las manos, y en silencio un sabio eterno frío, entre los escombros de su amor hacia Pedro como en su taller de artesano que dejó Pedro al morir. Se debate entre lo inesperado, entre lo cierto y falso, entre el desconcierto o la realidad de vivir otra vez, esta vez sin Pedro y sin o con Julio. Se espera a que el cielo llueva o salga el sol para Yolai, se espera a que el mar de su sal o se desvanezca entre las manos. A que el infierno se enfríe o se llene de más calor o que el invierno arrope a todo verdor con su eterno frío y que se vaya la primavera. Pedro, era su fiel amigo, su gran amor y su honesto corazón. Desde que el instante se debatió en la espera de ayudar a Yolai, desde que el cielo abrió un dilema. Y fue continuar o esperar, o seguir hacia adelante. No se sabe a ciencia cierta, que desde que el destino se hizo brillará por siempre o nunca más aparecerá el color o el nuevo color en el porvenir de Yolai. Y si, el futuro pinta a un nuevo destino diferente y con un continuo desenlace. -“No sé”-, dice Yolai. Enseguida se cosecha un nuevo rumbo, un nuevo destino, un nuevo comienzo, hacia la nueva existencia de Yolai, cuando se irrumpe aquí un nuevo poder, una nueva fuerza y fortaleza en el camino de Yolai. Cuando se hace una promesa, un juramento, un acuerdo entre ella y su pensamiento. Se dice que el invierno se acerca como que es casi diciembre. Yolai, hace resoluciones para el nuevo año, y decide continuar hasta que la vida se de cuenta que ella sólo quería amar. Como lograr renacer entre los escombros del taller de Pedro. Y decide emprender un camino hacia una empresa dedicada a la artesanía. Y revive el nacimiento de Pedro en viviente, se hace una comarca de empleos y llega a ser la más rica del vecindario. Contra tanto dicho y tantos fracasos hasta que su empresa echó hacia adelante. “El tallador de madera”, Pedro, se hizo famoso por su obra más delicada, más confeccionada, más elaborada y más enriquecida. Hasta un museo se debatió en presentar la obra de Pedro como algo asombrante e innumerable obra hecha a la perfección. Y un pintor se dedicó en cuerpo y en alma, en confeccionar su obra en pintura y llevó la tradición a más allá del arte trascendental. Yolai, orgullosa de su pasión, de su arte, de su convicción, de amar lo que ocurre aquí contra tanta obra de arte. La tradición se concentra más y más, en la empresa de artesanía de Yolai. Yolai, vá de rumbo hacia la cúspide de toda una empresa llena de recuerdos como el imperio que dejó Pedro, en la artesanía. Yolai, en su afán de hacer valer el arte de su amado Pedro, lo transfiere todo en su manera de ver la vida en observar lo que deja en su trayecto más pertinaz. Se da la complicidad en hacer valer algo que dejó en sus vivencias y en su inteligente vida por cosechar algo que le dejaría usufructos a Yolai, su amada. Cuando en el mañana se deja la virtud de una artesanía viva y en madera de la buena como lo es el ébano. Pedro, en su trayecto más eficaz dejó un legado más preciado, y fue como un tesoro lo que dejó Pedro. Yolai, dejó un momento su concentración en una empresa que dejaría alma, vida y corazón. Para fugarse hacia “el bozal del toro”, todo un río que guardaba su más preciado tesoro, el recuerdo entre ella y su amor Pedro.                 


Continuará………………………...

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  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 17 de noviembre de 2017 a las 00:06
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 20
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