Movimiento entre olas de pasión

camirl

 

Los cansados amantes recostados en la cama, sonrosados y sudorosos, habían pasado la noche entre cantidad de besos lanzados sobre cada parte de sus cuerpos, saciados al borde del abismo del goce eterno, y un cántaro de pasión roto por ventanas de pieles. Notaron lo tardío de su despertar y corrieron juntos a la ducha sin darse cuenta de su desnudez, sin mitigarse por pudores; dándose un baño, salieron tratando de recordar sus nombres. Vieron dispersas botellas de vino en el suelo y afanados por la hora, tomaron cada uno un taxi en direcciones contrarias. La habitación alquilada para la maquinaria del amor, quedo helada, tratando de rejuvenecer con cada suspiro dado por la mujer, y con cada gemido de aquel hombre sufrido entre las sabanas de la cama. Sobre la mesa de noche, estaba un celular; la mucama había encontrado aquel objeto empañado. Lo dejo en la recepción y esperaron a que regresaran por él; a los días la voz de un joven intrigado por aquel aparato, y por su paradero, convino a pasar por él para llevárselo, dejando una pequeña recompensa. Pasando a los días por él, encontró un mensaje que decía: <<llámame>>; intrigado por aquel dulce recuerdo, recobro la memoria de aquel día, y no pudo hacer más que suspirar; aquella mujer exhausta por cada acción que él tomaba, quitando con su boca cada prenda de su cuerpo, y llegando a su pelvis. Delineada centímetro a centímetro con su lengua, caliente y húmeda cada poro de su piel mientras con sus manos rebordeaba sus senos magníficos y perfectos; cada movimiento hacia brotar de ella una exhalación profunda; sus impulsos daban la impresión de serpentear, su cabello negro brillaba entre las sabanas blancas, y sus ojos de lince lo miraban parpadeando a cada segundo, sus sensuales labios iluminaban el interior de sus intenciones mundanas; sus pequeños y rosados labios cubría de besos el cabello de él, mientras el viento golpeaba las ventanas, cubiertas por cortinas corredizas, empolvadas por el descuido, entre abrían sus manos para no dejar pasar la piel nueva y fresca. Las olas del mar, golpeando las rocas, resonaban a lo lejos, y con cada choque, fugaces y palpitantes regresos, entre sus piernas enredadas, se escapaban de la realidad para encontrarse serenos y dichosos en una ilusión de una noche… los golpes de aquellas olas habían sido testigo de aquel juego de amor, entre aquellos desconocidos y mundanos seres.

  • Autor: camirl (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 20 de mayo de 2010 a las 23:55
  • Categoría: Erótico
  • Lecturas: 27
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