La city que adoro.

Âme rose.

Tenías diecisiete años
con tus nudillos de nicotina y 
cabellos desordenados,
estábamos corriendo hacia
algún planeta o una carretera,
"no abras los ojos o no lo lograremos",
y me rozaste las entrañas con tu dedo corazón.
Nos derretíamos en las calles de la ciudad, íbamos al cine,
sólo dos adolescentes nebulosos
diciendo malas palabras,
mirando nuestra piel y llamándola poesía,
dibujamos con lápices y tomamos fotos inestables con una cámara desechable,
estabas prendiendo fogatas en las paredes con un encendedor
y las alas de tu ángel se quemaron,
la ciudad podría arder en llamas
y acabaríamos fumando.
Los niños como nosotros están hechos de niebla y otras cosas oscuras,
nadie podrá tocarnos,
así es como siempre te ha gustado,
pero soy más sensible que los demonios de tu pecho,
tú la amargura y el cinismo;
yo la rabia pura y el resentimiento. 
La sangre en los sótanos de tus muñecas,
suspiros de lobo en nuestros corazones,
la explosión gris en tus párpados,
la forma en que pronunciamos mal nuestros propios nombres,
o como nos besamos en la oscuridad
de tu luminiscencia.
Mi cielo,
esto nunca fue sobre arte,
esto siempre fue sobre asfalto y luces
en la ciudad más fría del mundo.

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Comentarios2

  • B. Wayne

    Jodidamente bueno!!
    Hacen falta más poemas como estos aquí!!
    Saludos!

  • Martín Raviolo

    Una visión joven y y descarnada sobre el pequeño-grande mundo que nos envuelve. Bonito! Es enriquecedor la pintura de tus versos



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