Te conozco...

Catelgood



Era un niño pequeño y tenía las manos llenas,
de caricias que aún no tenían dueña
Durante los recreos, buscaba destinataria de besos y roces que no eran de mi edad
No había amor maternal por la maestra... ni besos como estrellitas en la frente
Por eso te inventé.

Ahí... en los patios desolados llenos de niños
que sabían entonces, sólo ser niños...
yo soñaba con ser grande. Adulto no. Sólo el sueño de ser un niño grande
Porque soñaba con ser grande, el viento me durmió y cumplió mi sueño
Por eso te imaginé...

Te conocí desde niño, en mis ensueños supinos
Por eso, cuando te vi, desconocí mi camino
Perdido entre sueños de urgencias falsas y avatares de una vida de adulto
Me olvidé un poco, que el amor es un niño... un niño grande y travieso
Por eso te soñé...

En mis sueños estaban tres presencias amadas...
Amadas por lo que venían a visitarme y dejaban
Una niña buena, que engarzaba ilusiones de ser grande, (niña grande, claro)
Otra que me contaba de las historias de futuros no deseados y deseados
Por eso te maté...

La tercera presencia invocaba prohibidos placeres
Que supuraban lujuria desde vientres inexistentes
Y así fue Helena, la una, mil veces condenada y otras, elevada al olimpo
Que como vestal bajaba el velo de su rostro y subía la lámpara guía...
Por eso te olvidé...

Porque la visita de la graciosa Dafne era obligada
Para encontrar pasado de gloria en futuros sin honor
Así le perseguí como desesperado Apolo y llené mis manos de laureles
Y trocada por hierba sólo, ungiste entonces mi loca y afiebrada sien
Por eso te escondí...

Por eso evoqué las mil y una noches de la Tais
Señora de titanes, ofrecedora de hijos a los reyes
Para perderme entre los sensuales vericuetos de los mil y un placeres
Y ofrecer los sacrificios de los Jerjes señoriales a tus ebrios devaneos
Por eso, al fin te odié...

Y entre el odio y el amor marginando mi escritura
La piel es el pergamino donde oscuros hechizos
Se revuelven entre frases y palabras para hacerse poética literatura
Turgiendo entre los vírgenes ayes escondidos de mi virgen garganta
Por eso te encontré...

Hermosa Tais, Infausta Elena, perseguida Dafne
No soy El Magno, Ni apolo, Ni el robador Paris
Porque si entre las presencias tres, están ellas, es porque ellas son tú
Y desafiante yago entre las pieles del infamante e irreverente Prometeo
Por eso...

Porque me atrevo a desafiar olimpos ancianos
A robar fuegos, no por útiles, más bien que por prohíbidos
En donde lo prohibido es belleza, inocencia y lujuria, todas en una reunidas
En donde lo lícito es perseguir, acometer y robar en nombre de la pasión
Por eso te invente, te imaginé, te maté, te olvidé, te escondí, te encontré...
Por eso... Por eso te conozco...

  • Autor: Catelgood (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de octubre de 2017 a las 13:37
  • Comentario del autor sobre el poema: Uno no puede dejar de pensar, que esa presencia improntante, estuvo ahí toda la vida... simplemente se nos develó en el aotoño, pero estuvo ahí desde la primavera...
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 34
  • Usuario favorito de este poema: Diafana.
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