Cuentan las leyendas gallegas,
la extraña historia de un encuentro
entre una piedra de la ribera
y el tacto suave de unos dedos.
Sucedió que paseando estaba
una hermosísima moza mora,
cuando, en el río, vió que brillaba
de cuarzo un canto rodado rosa.
Y como por causa de brujería,
los finos dedos de la morita
se unieron a la esférica roca
trazando una espiral infinita.
Una vuelta, y otra, y otra y otra...
La muchacha se queda absorta.
Y la piel con la piedra se funde,
y roja la sangre de la carne brota.
Fue tal el éxtasis provocado
por el frío tacto de aquel trazado,
que se le consumieron las carnes,
hueso con piedra quedó bailando
Y pasó el tiempo con sus días,
pasó tanto, que se pasó una vida.
Tendido el cuerpo de la niñita
quedose del río en la orilla.
La hayaron con el brazo hundido
en la esférica roca maldita
en donde había quedado grabada
la àurea espiral infinita.
Aquella leyenda también cuenta
que jamàs nadie supo el motivo.
Pero a mí me confesó mi abuela,
que los cuarzos rosas de las riberas
y los blancos huesos de las moritas
se aman y mueren de esta guisa.
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