Pasos

 

 

Procuraba no girar la vista hacia atrás para no denotar angustia.
Sentía cómo un tableteo de pasos se sucedían a mi espalda sin
solución de continuidad, un rosario infinito que se derramaba
sobre el asfalto en explosiones de arpegios que infundían en
mi erizada piel un terror indescirptible.

Mi paso era todo lo veloz que podía sin osar la carrera, no 
quería que el perseguidor se viese urgido a correr, y así mantener 
la adrenalina en niveles soportables, aunque al borde del desmayo.
Decido doblar la esquina que se me ofrece en el camino para, por
fin, decidirme a correr, y acogerme a sagrado en cualquier portal
de vecindario que se terciase.

La nueva calle que se me abría tras el chaflán no atisbaba garantías
de encontrar cobijo de ninguna clase, los portales, ya a altas horas
de la noche, se me mostraban cerrados a cal y canto, y no era
menester llamar a nadie clamando auxilio.

Sigo notando, tan vivos como en el primer momento, los fatídicos 
pasos que causan la persistente zozobra que os detallo con todos 
los pormenores que mi lenguaje me permite.

Amenazado por la espada de Damocles recurro a mi innata valentía,
a pesar de que, hasta ese instante, se me mostrara esquiva, como
soldado que deserta de la batalla por pensarla perdida sin remisión.
Giro de nuevo la mirada, mas esta vez permanezco de frente al 
espectro, o lo que fuera que me viene a buscar.

Me lleno de sorpresa al ver que no aparece nadie, ni un alma, ni
pasos ni ruídos de suelas chocando contra el asfalto.

Nada...