Brebajes

Margarita García Alonso

 

El amor puro nos hace desechar la salvación eterna.

Miguel de Molinos.

 

El brebaje en cientos de frascos,

cientos de píldoras azules,

sobre una mesa donde desaparece la mano.

 

Heme rodilla hincada cuando arriba la ahogada.

Heme promesa de aceituna,

el centro escondido y duro.

 

Heme campo de trigo, irreprochable

cuerpo ceñido, el paso hasta la hormiga.

 

Cuando me violó el hombre sin rostro,

en horizontal posición cerraba mis ojos,

tapaba mi boca, acompañaba la tarde,

con el chirrido de la sábana

menstruaba el ojo de la desolación.

 

Mi padre tendido en la tarraya

alcanzaba incomprensibles mulatas,

mi madre había desaparecido

el amanecer tras la puerta.

 

No necesito decir que ha dolido y toqué madera.

 

Pueden ser cuatro ríos o un remolino bajo el puente,

mi mente está llena de celdillas, una a una las muertes.

 

En un pañuelito resguardaba el cerebro,

si el hilo se rompía ponía piedras,

de la piedra que no grita y separa.

 

Tú no estabas ni en escayola fulminante.

¿Imaginas cómo era de niña? Yo te pensaba,

entrecerraba pestañas y ahí estabas

criando una identidad no definida,

un caduco cursi angelito de infiernos.

 

Ahí estabas, afirmo haberte visto en la oscuridad,

cuando todos dormían te tenía a ti

mi coral de crepúsculos madrileños.

 

Sobreviviendo en una aldea de La Mancha

adormecí dos décadas bajo brebajes

graciosamente donados por el cretino psiquiatra árabe.

 

¿Dónde, cómo, cuándo? indefinibles.

 

Tú no tenías apuros en nacer, yo emborrachaba

las neuronas, engendraba en el agua fría.

 

Tenía que encontrarte, yo que no amé

al santo, al poeta, ni al peldaño

sufría la decadencia frente al espejo,

que me mataras sustituía el suicidio de verme.

 

El brebaje prolongado en la cima de los tiempos

habitaba tu lengua y los silencios

 

cortesana como un Goya persistía en los muslos,

rechazaba la ciudad, el pincel, la palabra, tú bastabas,

tú y la negrura de la muerte inminente.

 

Aclaraba es un invento,

preferible a no haberte encontrado. 

Monótono y reiterado invento

en la escuela pican las avispas

pican papeles, letras, abecedarios

grabados con cuchillo de punta fina.

 

Solo tú cuentas en medio siglo sin tierra,

sin padres, sin mente.

 

Ni el primero, ni el último hombre,

ni yo misma sé de ese irreprochable Aans

que esboza escupitajos y huye de aforismos.

 

La sensualidad francesa me sirve de estorbo,

empieza con ella la corrupción del estilo,

la frustración hambrienta de embestidas

en la isla sudorosa que grita endecasílabos

sobre asimétricas camas destartaladas,

sábanas rotas, esquinas oscuras

de caderas y falos predestinados al paraíso.

 

Pero estoy por nada,

cierta filigrana esplendorosa me calla.

No tuve que escoger, el mancebo retorcía el hueso,

ahogado en el amaneramiento

reiteraba mueca, torcía mecánicamente,

ofuscaba la cercanía.

 

Imposible adquirir certitud con un jovenzuelo,

bajo fuerte estímulo aclaro: no resuelvo nada

con mi carne si no la ofrezco.

 

Volví a mi histórica mansedumbre:

enrarecí el viento, desde pequeña transparente.

 

Podía tocar cualquier fibra, hasta entonces

me era desconocido ser orgánica o heroica,

incapaz de avivar el tumulto en que fui hecha.

Heme aquí inanimada, distante de Aans,

convertida en pesada molécula que hunde

el canapé de una sala en Normandía.

Heme domingo de marzo apagando el fuego,

atizando un futuro ineficiente,

expiando la prudencia del óleo,

capa tras capa, dura como piedra.

 

Ha hablado la inconstante marina

esclava del pez samurái.

Observen, soy cada vez más objeto,

cada vez más indigna.

 

Busco la fórmula abominable

que escuda el hueco de su cráneo

en la llovizna de esta tarde, cuaternario favorable

a poner los pies en el cuello.

 

Peligra el quiebre de la sombra.

¡Qué desecho!, como cantalea el niño

la misma ópera, el mismo desprecio,

el desamor a cualquier hora.

La bravura en el puño quiebra muros,

el borde de sí mismo.

 

Quién no va a fumarse un cigarrillo con tanta pena.

 

Por virtud y gracia del hundimiento

alcanzo el extremo deterioro.

Extenuada defino que entré al mundo

para matarme en tránsito

de brazos que no cierran,

de amantes que no tocan,

de labios contraídos,

de bocas que combinan

frases purgatorias.

 

Tú no estás en la ausencia, en el pasado

punteaba el lecho de tupidos brebajes,

soy la sobreviviente de químicas oscuras,

el estorbo, el aire de montaña que ahoga la ciudad

levemente drogada de fétidos paseantes.

 

del libro Maldicionario, Editions Hoy no he visto el paraíso, 2009

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Comentarios +

Comentarios5

  • Bambú

    Crudo, terrible y lleno de simbolismos de la cuáles algunos, por desgracia, no alcanzo a entender aunque sé por experiencia que esos mismos son la cortina que esconde aquello que, de forma real, no queremos nombrar; creamos un mundo irreal, como dice Freud, porque lo necesitamos.
    Bravo

    • Margarita García Alonso

      Bambú, gracias, eres tan sensible que no puedo esconderme detrás de hojas, me vas a adivinar.

      • Bambú

        Jajajaja Es difícil sin tener las equivalencias, el código que descubre el mensaje encriptado

      • Tomas Hernandez Garcia

        Compleja tu letra hoy pero sin dejar de ser hermoso tu poema,mis saludos y respeto para ti

        • Margarita García Alonso

          Muchas gracias Tomas, hoy trataré de subir un poema menos estruendoso, no quiero espantar a los amigos, saludos

        • Margarita García Alonso

          Maldicionario es mi libro terrible, tuve que arrancarme los ojos y la piel para poder seguir, contenta de tenerles en este universo virtual.

        • YA SABES QUIEN

          Este lo presentas desnudo y sin pudor
          pero envuelto en su halo de belleza.

        • Hermes Antonio Varillas Labrador

          Podría jurar que es el surrealismo traducido a un mundo paralelo de nuestra cruel realidad



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