UNA VEZ UN GATO ME ENCONTRÉ

Juliana Agredo

Debo de escribir, necesito encenderme, han pasado meses.

Debo desempolvar las letras, recordarme el amor. He gritado ya muchas veces con las siete vidas del gato de la esquina, que se me ha hecho tarde, que no llevo un reloj en la muñeca, pero que sin embargo, se me ha hecho tarde. 

He pensado en el ayer, me ha servido de lección, pero tal parece, me estoy olvidando. Me temo que las letras me están abandonando o yo las estoy abandonando a ellas, no sé y temo. Temo a una mañana despertar con las manos quietas, el lápicero quieto, el papel en blanco, la mente vacía o acechada por tanto ruido y no saber escribir o haber olvidado que una noche escribí. 

Puedo decir ahora que estoy limpiando mis suelos, poniéndole agua a mis raíces, cortando una que otra rama, lo cierto es que me he quedado sin hojas y me lleva tiempo hacerme unas  nuevas, pero crecen. Estoy aquí, tengo el pecho abierto, pueden verse las vísceras, la sangre cae por mi abdomen, no es en absoluto romántico. Ahora no sé escribir sobre abejas, miel y flores. Ahora escribo sobre la lluvia que inunda las calles, los abrazos que se dan con desespero, los pechos de las mujeres moviéndose de arriba a abajo, de abajo a arriba, gracias a la bendita gravedad. Escribo sobre todo lo efímero, lo que no cuesta, lo que no está, me reservo todo lo mágico para cuando haya un motivo, para cuando encuentre un motivo. 

Me río, como quien lo hace con pocas ganas, me estoy tomando el tiempo del reloj que no llevo en la muñeca, para que mi tallo no sea más fuerte que mi raíz.

La verdad de todo esto es que, para cuando haya un motivo reinventaré todas mis palabras, abriré un baúl como quien le abre la puerta y las ventanas a sus recuerdos, escribiré entonces de la magia producida por un abrazo, de los reencuentros, de cepillarse el cabello y los dientes, de bañarnos los días festivos, de vestirnos de fiesta los lunes, de irnos a caminar los martes, para que los miércoles pensar sea más liviano y por fin los jueves nos lleven a levantarnos tarde, a comer un helado a la hora del almuerzo, a desayunar cuando se nos hace de noche y los mosquitos nos empiezan a picar la piel, como si fuésemos nosotros su cena. 

Hay un motivo hoy, no he encendido la vela, el sueño empieza a festejar con todas mis pestañas, es 27 de Julio. ¡Hay que celebrar la vida! ¡Voy a celebrar la vida!

Voy a bailar por quien no sepa bailar, así que bailaré por mí.

Voy a dormir por quien no pueda dormir, así que dormiré por unos cuantos. 

Voy a festejar el llanto, puesto que de tristeza no sólo se llora. 

El gato de la esquina me ha prestado sus siete vidas para quedarse él con ninguna, me ha dicho que éste mundo es una eternidad y que nació hace un minuto.

No nos imagínamos la vida tan pequeña cuando tenemos seis años, miramos la muerte más cerca cuando pasamos desde la acera de la izquierda hasta la de la derecha. Al amor lo embestimos cual si fuésemos toros, lo comparamos con la vida, con la muerte, contamos las horas que lleva con nosotros, se nos derrite, se posa sobre el hombro, nos canta una canción, duerme y se queda en nosotros, sembrando una semilla, deseando por supuesto que germine, que sea árbol, que trascienda, que no se permita ver a la libertad como a una utopía o un mantra para escapar de la esencia propia. Al amor lo acariciamos para que no se nos vaya, pero él siempre se queda.

Al gato que me prestó las siete vidas, le devolví tres, dice que el mundo es una eternidad, pero que le basta un café. Le di de beber café, es un gato con clase, me ha pedido uno oscuro, se fue a caminar con la taza en el lomo, ha saltado, ha caído desde el noveno piso, una de sus patas terminó herida, pero él sigue en pie. 

Le he agradecido a la gravedad por los pechos de las mujeres o a las mujeres por la gravedad, la gran verdad aquí es, que desnudar un cuerpo no es más que vivenciar un anhelo pasajero, sin embargo, prefiero su alma, para que me enrede en sus corrientes, para que me lleve sobre sus rodillas, para que en septiembre, con voz de lo imposible, la calidez de su alma se adentre en mi lluvia. 

Me encontré un gato una vez, desde entonces no supe que hora era, me prestó cuatro vidas. ¿Qué voy a hacer yo con cuatro vidas más? 

  • Autor: Mer (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 27 de julio de 2017 a las 03:28
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 81
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Comentarios1

  • Te quiero mucho, sigue así.



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