Cuento de enero

Carlos Ramón García

 

CUENTO DE ENERO


En diciembre y en enero
cuando el aire nos visita
el monte se viste alegre
con sus flores amarillas.
Era tan azul el cielo
era tan fresca la brisa
que caminó hasta la aldea
sin zapatos ni camisa.
El puente era pan de rosa
y el río de galatina,
la gente que lo encontraba
le decía "buenos días"

Buenos días le de Dios.

Buenos días le dé el monte,
que lo acompañe la brisa.

Tené cuidado muchacho
no subás a la lomita
porque he visto que están sueltos
los perros de la vecina.

Si me encuentro con los perros
les daré los buenos días.

Espante el chucho, doñita,
porque yo pasar quería
por el solar de su casa
para llegar a la iglesia
que está arriba en la lomita
y ese perro me latía.

Tenés tan blanca la piel
que mi perro desconfía,
pero pasá si querés
sin espantar las gallinas.

El muchacho tiene azul
el alma, no convenía
que ande solo por la aldea
entre flores amarillas.
En la aldea somos prietos
y nada nos pasaría,
pero el tiene rubio el pelo
Y muy zarcas las pupilas.

Muchacho no entrés al templo
que gran peligro corrías,
que tus plantas son muy blancas
y tus manos son muy finas.
La iglesia está abandonada
sus vigas están podridas,
aquí murió un franciscano
que reconstruirla quería,
era un novicio muy santo
dieciséis años tenía.

yo señora no soy santo
y diecinueve cumplía.

Entró al templo, miró el techo
con sus vigas carcomidas,
no había bancas en el piso,
la iglesia estaba vacía...

La luz pasa entre las tejas
y de oro lo baña todo
y todo parece nuevo
bajo una lluvia de oro.

Las paredes parecían
de cal recién revestidas,
en el retablo la imagen
de San Miguel no existía.
El oro de los altares
muy pulido parecía,
habían ramos de flores
y mil velas encendidas,
olor a incienso en el aire,
agua bendita en las pilas.
¡Quien viviera aquí con Dios!
-el muchacho se decía-
me levantaría al alba
Para ayudar en la misa
y al murmullo del rosario
dormido me quedaría.

Arrodillado en el suelo
musitó un avemaría
y así, con las manos juntas,
el alma se le dormía.

Lo subieron al altar
y la ropa que tenía
por la de Miguel arcángel
le cambió una viejecita;
le puso una espada de oro
una señora muy rica
que vino de romería
y otros fieles le pusieron
un cinto de pedrería
y le hicieron un par de alas
con la plata de la mina.

¿Dónde está señora el ángel?
pues yo mirarlo quería

Tenía muy rubio el pelo,
muy azules las pupilas
Y los padres lo escondieron
dentro de la sacristía,
porque a Dios le daban celos
los niños de la doctrina.

 

Carlos R. García 

 

  • Autor: Carlos Ramón García (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de julio de 2017 a las 02:52
  • Comentario del autor sobre el poema: Lo escribí cuando era joven. Hoy lo releí cuando revisaba papeles que guardo hace años y me pareció que tiene cierto encanto, así que decidí ponerlo aquí.
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 90
  • Usuario favorito de este poema: Ross4.
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Comentarios1

  • Ross4

    A mí me gustó, bellos versos y buenas rimas. Además un hilo conductor excelente. Bello de principio a fin. Felicitaciones!
    Saludos,
    Ross



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