“La impunidad en ejercicio”

Hermes Antonio Varillas Labrador


“La impunidad en ejercicio”

Siento hoy un indeclinable
deber y gran compromiso
escribir sobre la justicia
a la que hace caso omiso
un régimen abusador
opresor hasta de Cristo.

Qué terrible mal ocasiona
la inocencia en decomiso
encarcelada y condenada
sin debido proceso y juicio
forja y siembra las pruebas
a su cruel antojo y capricho.

Es tanta la arbitrariedad
y la barbarie en ejercicio
víctimas como Araminta
químico su profesión y oficio,
asesinadas sus esperanzas
han optado por el suicidio.

Tan drástica es la decisión
lo expongo claro y conciso
es el signo de la crueldad
de la tiranía sin resquicio
de rectitud y de probidad
es demonio de mil vicios.

Ni siquiera por ser mujer
consideraron el perjuicio
causado con saña brutal
el daño mental y físico
queda una historia gris
de tan ominoso intersticio.

Hoy siento que esta joven
al sufrir terrible suplicio
le arrancan en carne viva
los derechos y beneficios
de una vida en democracia
y cuántos sufren lo mismo.

Pregunta que debe hacerse
el apático y el impreciso
lo que le ocurre a esa joven
podría ocurrirle por sumiso
por ser pasivo cómplice
sin protesto y sin aviso.

Empero no soy pesimista
y es que pronto ya diviso
el fin de esta gran tragedia
de corrupción y de guisos,
es tiempo de devolverles
la fe a los presos políticos.

Sean estos humildes versos
que con altruismo improviso
jaculatoria a la Consolación
sin vanidad ni desperdicio
en memoria al aedo cumanés
allá arriba en el paraíso.
 
Por Hermes Varillas Labrador


1584 12/06/2017

Como un homenaje a Araminta González y tantos presos políticos, víctimas de un régimen genocida y exterminados de derechos, de libertades y de sueños, a quienes se les ha forjado pruebas, sembrándolas armas o drogas, se les ha torturado para coaccionarles a confesar crímenes que no han cometido, y se les ha conculcado su legítima defensa y debido proceso.
 
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  • Autor: Poemas Potosinos (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 13 de junio de 2017 a las 15:06
  • Comentario del autor sobre el poema: Para quienes deseen conocen el caso de la joven químico de la imagen Araminta González, me permito compartir un muy pormenorizado artículo escrito por José Domingo Blanco titulado: "Araminta: la muchacha que se intentó suicidar en el tribunal." "De vivir Andrés Eloy Blanco, Araminta sería su musa … Araminta González, la químico, la muchacha a quien sus torturadores del Cicpc golpearon y arrancaron el cabello para que confesara un crimen que jamás había cometido. A la que encerraron en el Inof hace más de dos años y que, desde su captura, no ha parado de sufrir tratos crueles e inhumanos. Araminta, la muchacha que se ganó una nefasta lotería y se convirtió en el blanco del ensañamiento de un régimen, que disfruta con morbo la mueca de dolor y terror de su rostro… un rostro que se apagó por las tristezas y las injusticias. ¿Recuerdan a Araminta: la joven químico a quienes unos patriotas cooperantes denunciaron y que, en junio de 2014, fue detenida por una comisión del Cicpc que allanó su apartamento en Menca de Leoni buscando explosivos? Es difícil no recordar su caso porque ella es el testimonio de lo que es capaz este desgobierno y hasta dónde puede llegar su maldad. Su nombre salió a relucir de nuevo hace pocos días. Como si se tratase de una limosna, se anunció para ella una medida cautelar con régimen de presentación por razones humanitarias. En un primer momento, cuando lo escuché, sentí alegría. Una alegría que se esfumó muy pronto. Araminta, desde hace cuatro meses, está recluida en un hospital psiquiátrico. El régimen la quebró. Sus cancerberas del Inof se ensañaron tanto en su contra que, no una, sino cuatro veces, Araminta atentó contra su vida. Su fortaleza y fe se fueron desvaneciendo con la sevicia, con cada tortura, con cada golpe –psicológico y físico- que recibió en su celda. La depresión severa que padece la sacó de la cárcel de mujeres; pero, la condenó a una vida de miedo y fantasmas que la mantienen encerrada en la habitación de un psiquiátrico. Su lucha por la libertad, que también ha sido la de sus abogados defensores –José Vicente Haro y Pierina Camposeo- se ha visto empañada por la injusticia de un sistema viciado. Sus ganas de vivir fueron adelgazándose como su cuerpo, que ha perdido más de 30 kilos. Escucho a Haro y Camposeo relatar lo que ha ocurrido con Araminta en los últimos meses. Los oigo contar cómo durante su reclusión, fueron anulándola hasta llevarla al borde de la desesperación. Le prohibieron pintar -su único pasatiempo, el que la mantenía esperanzada. Le canjearon su biblia –su refugio en momentos aciagos- por un jabón de baño para que pudiera asearse. La despertaban en la madrugada, varias veces, para someterla a vejaciones e inútiles requisas. La castigaron todas las veces en las que, envalentonada, quiso oponerse a los adoctrinamientos o a los malos tratos. Le difirieron la audiencia de presentación preliminar docenas de veces, para dejarla allí: en un limbo jurídico e inhumano desesperante, supeditado al capricho del juez asignado a su caso. Lograron hacerla sentir que sólo la muerte la liberaría de tanto sufrimiento. Quizá la soledad de su orfandad la hizo pensar que el suicidio era la salida. Porque recuerden que Araminta es huérfana: durante estos dos años y medio que lleva viviendo estos horrores, ha dependido de la solidaridad de sus abogados, de algunas almas caritativas y de su hermana, la que vive en España. A Araminta, el régimen la estranguló hasta volverla una piltrafa. Le destrozó lo que pudo haber sido una vida próspera y sin tropiezos. Le arrebató el amor por su profesión y le transformó su carrera en el arma que la condena. El régimen hizo con ella lo que ha hecho con Venezuela: llenarnos de miedo e intentar quebrarnos las rodillas. Porque Araminta es lo que ha sido el país en las manos de quienes nos mal gobiernan. Me duele tanto Araminta. Me entristece saberla perdida en su miedo y anclada en el terror de sus dos últimos años. Desconectada de la realidad y de las posibilidades de una vida mejor. Alejada de un futuro donde sus días en el Inof, los golpes y los mechones de cabello que le arrancaron sus torturadores, lleguen a ser tan solo un mal recuerdo. Duele escuchar a sus abogados decir que Araminta no quiere vivir. Que no recuerda lo que es ser una persona. Qué olvidó que tiene derechos; porque, a pesar del régimen, debería seguir luchando por ellos. Su caso me reconfirma que la maldad existe. Y que la gente cuando está en el poder -y no quiere soltarlo- puede llegar a ser muy cruel y sanguinaria. Pensemos sólo por un instante en esta reflexión final: Araminta pudo ser cualquiera de nosotros. Su “suerte” – su muy “mala suerte”– pudo ser la de cualquiera de nosotros, la de cualquiera de ustedes que en este momento lee estas líneas. Porque, ser el blanco de la ira del régimen no es difícil. ¿Cuántas Aramintas más conoceremos? ¿Cuántos presos políticos han atravesado su mismo calvario? ¿Cuántos están aún tras las rejas esperando, como ella, que se demuestre su inocencia? Araminta es la Venezuela de hoy. Y, si Andrés Eloy Blanco viviera, ya le habría escrito un conmovedor poema."
  • Categoría: Sociopolítico
  • Lecturas: 102
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