Amar a perpetuidad.

leon Morales

Amar a perpetuidad
No tengo conciencia en esta vida cuántas veces te busqué. Lo pienso y creo que podría poblar el espacio con las vidas que te busqué. ¿Qué si me equivoque al buscarte? no, jamás, pues siempre fuiste tú, a cada momento que mis brazos te buscaron, que mis ojos miraban en la profundidad de la noche alguna estrella que me guiara hacia ti. Algunas vidas supe que vivías en otro universo o que te habías muerto antes de que llegara, sólo huellas de ti encontraba, trozos de barro con el que Dios te dio forma, el verbo que te hizo carne. Sospecho que algunas veces reencarné en ti y tú en mí, o que algunas veces nos encontramos únicamente para perdernos. Sé que ya vivimos una vida juntos, pero la vida siempre fue tan corta para agotar nuestro amor, siempre nos faltó tiempo y nos sobró amor, por eso nuestras almas prometieron buscarse el día que pecamos en el paraíso y nos separamos. Crueles y viles creadores separaron la carne, pero olvidaron que compartimos alma. Nos condenaron a olvidarnos y sentir este amor a destiempo: cuando yo te ame, tu no lo harás y cuando tú me ames yo no lo haré.
Lloramos tanto la última vez que nos encontramos que el diluvio nació para aniquilar este mundo que nos dejaba el uno sin el otro. Mudamos en aves, en víboras, y volamos, reptamos por la tierra desolada con el alma rota. Buscándonos.
En Grecia se contó nuestra vida, el hombre que se sorprendió de nuestro amor: eran dos y uno, unidos por el amor. Con dos cabezas y dos sexos diferentes. Cuatro manos y cuatro pies, tan unidos que desafiaron a los dioses y fueron castigados, partidos por el rayo de Zeus a la mitad, separados cruelmente por su amor. Alejados en cada esquina de la tierra y, sin embargo se buscaron, sólo para encontrarse y buscar unirse de nuevo. No pudieron y murieron abrazados de hambre y sed, pero unidos los dos con una sonrisa de amor pleno. Resucitaron una y otra vez sólo para morir abrazados nuevamente, hasta que los dioses se compadecieron de su dolor, los perdonaron y los unieron nuevamente en el alma de sus hijos. Pero la condena fue mayor, pues la vida, una vida finita no fu suficiente para amarse, y ahora tendrían que buscarse de nuevo, pero también a sus hijos que amaron sin par. Fueron dioses, fueron estrellas, fueron animales, fueron simplemente humo que inventó la palabra amor a perpetuidad.
Esta historia no termina amor, hoy me toca recordar y a ti te toca no creer en el hilo del alma que nos unió. Llegas a mi vida tarde, como siempre, llena de incredulidad, tormenta, rayo y luz puro, cascada de furia perdida en mares que no crecen. Te perdiste en amores que no eran, me buscaste y me confundiste, me buscaste porque es la naturaleza de nuestra única alma: buscar y unirse eternamente. Llamaste amor a quien no lo era, me confundiste de nombre y amaste a quien no era. Te tragaste tu orgullo junto con las lágrimas y en el alma nació hiel, ajenjo y veneno, sembraste rosas con espinas de duda y desconfianza. Te llamaste loca por no entender nuestra alma. Tan loca que olvidaste nuestras promesas, nuestras vidas y a nuestros hijos. Me olvidaste en un rincón antes de que yo llegara y, tarde, pero siempre el destino se cumple y la rueda llega al punto del que partió. Llegue sólo para que nos encontráramos y nos perdiéramos de nuevo, y yo, yo, mi condena fue saberte, recordarte, en mil caras, en mil vidas, en mil mundos, en mil formas de amar, en nuestros hijos. Recordar, recordar a profundidad, en vida la otra vida, hasta sentirlo, en mis ojos, cuando los cierro siento el contacto de tu piel amándome, tus ojos delirantes de amor, el perfume de tu sexo, tus ojos y vientre llenos de amor. Te recuerdo bien, amor, aquella tarde en el fogón mientras Cortés quemaba mis pies y tus lágrimas que consolaban el ardor de mis plantas, la cuerda que me arrebató la vida y la vida que de nuevo me arrebata nuestro amor. Mis ojos vidriándose de muerte y tus ojos mirándome con esperanza y promesas de encontrarnos de nuevo en otra vida mientras la navaja de pedernal cortando tu garganta nos ayudaba a que la vida se redujera.
Y la vida continua, con nosotros, no sé si soy tan vanidoso pero creo que el mundo se teje a partir de nuestros sueños y nuestras vidas, que el mundo y su ser, y sus costas y mares, montañas y valles, animales y hombres sólo son el escenario, la palestra para que existamos en nuestro amor cada día y cada vida. El día fue inventado para nosotros y nuestra descendencia y la noche como luto de nuestras pérdidas. El mundo nació con nuestro verbo de amor y morirá con nuestro encuentro eterno. En cada existencia de dios, animal u hombres, héroes o anónimos. Tú hombre y yo mujer, yo tu hombre y tú mi mujer.
El mundo es porque somos y en esta vida, en esta tarde nos encontramos sólo por un instante para perdemos, tú no… tú no crees, no crees en este milagro que es la vida eterna y la reencarnación de nuestro amor, en nuestra vida tan simple y sencilla y nuestros hijos que mueren en la distancia sin haber nacido por tu incredulidad. Me toca recordar y ser el guardián de esta eternidad, me toca mecer de raíz tu racionalidad y cubrirte con amor, pero la tarde se acerca y los fantasmas asechan, las vidas dolorosas que perdimos son fantasmas que aúllan en la noche quebrada por la luna de plata que alumbra los cadáveres de otra vida. La noche se apodera de mi alma y sé que habremos de morir y comenzar de nuevo, sin embargo, la noche invade mi luz y el miedo me traga. ¿Y si nunca fue, y si no existe otra vida, sólo ésta, y si no nos encontraremos de nuevo?... y si solo ésta vida se nos dio para amar. No te alejes que tal vez esto es un sueño, un sueño que nos toca vivir. Desde la pesadilla de mi pérdida: te digo no te alejes que la vida se nos va en un suspiro y el dolor se queda en una eternidad.

  • Autor: leon Morales (Offline Offline)
  • Publicado: 8 de junio de 2017 a las 23:53
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 44
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