El Halcón Portugués

Ya no sé si baja o sube, la marea llana, llena,

hecha de olas que chocan entre sí,

espumosas, viscerales,

en la reiteración de lo efímero,

de niebla de pasiones fulminantes,

olas y resacas que se anudan y se desnudan,

y dejan huellas que pronto erosionan

en el acantilado del alma.

Debajo, en las cuevas ocultas por la pleamar,

callan debajo del agua las voces,

y en la superficie flotan los ecos del silencio.

Afuera, entretanto, no cesa el estruendo,

el sonido constante de motor en marcha,

líquido, obsesivo, pegajoso,

de un océano curvado de deseos,

tan cercano como una caricia,

tan poderoso que te arrastra consigo en sus movimientos,

de belleza desplegada tan inaferrable,

de parapente en suspensión,

como las alas de una gaviota o la vela de un barco al horizonte.

Con todo, mi reina de las corrientes domina,

en su trono de arena mojada,

con la mirada de soslayo hacia un punto, móvil en el cielo,

y un triángulo de luz purpúrea empapada de sol parpadea,

allá donde el corazón es un ala-delta al que ella misma permite volar.