En la caducidad de los días.

Inexistente

Ya se me olvidó la mañana,
nada trascendente se queda a su paso.
Para muchos, mucho pasó esta mañana
(hasta yo pasé desapercibido
y en cierto modo me extraño.
Soy un inquieto pasajero que quiere cambiar de vagón,
y blande como boleto impreso en el alma; su gran desazón).
La tarde es una enorme ventana indiscreta y abierta
con voraces ojos de colores policromáticos,
que progresivamente se aglutinan en grises retazos en los rincones.
Casi siempre, a lo lejos, se forma un violáceo escondrijo
y un disco solar que en pocas horas se ciñe el rojizo.
No sé todavía el significado de “noche”
(aún no he escrito algo sedativo que ayude cuando toque dormir),
el sueño llegará atado al pico de una negra y robusta cigüeña,
ojalá lo dejara caer entre los plumíferos parpados
que por estos días vuelan livianos como alas de etéricos cisnes.
El día es una constrictora serpiente que se engulle el tiempo, todo el tiempo.
Todo, sin dejar nada en el fondo del vaso,
luego en su hartazgo busca su oscura guarida;
es un raro reptil que vive comiendo.
Misteriosamente queda siempre una pequeña simiente
que sucumbe al renacimiento
con los primeros y feraces rayos de sol,
el jarro diurno se vuelve a llenar, con una mágica luz matinal resurgida.

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Comentarios1

  • Dulce

    Hay noches y noches, me gusta tu poesía, saludos

    • Inexistente

      Saludos míos. Gracias por pasar y darme tu impresión.



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