LA HERENCIA DEL ABUELO
Un ruego siempre se oía,
de una hija, casi madre,
que en lo alto, a su padre,
una herencia le pedía:
—Que los claros ojos tuyos,
sean del norte su legado,
intercede, te he implorado,
claros ojos pon los suyos.
Secundino, astur abuelo,
pintó una mirada hermosa,
y a su nieta hizo preciosa,
con cariñu desde el cielo.
Comentarios1
Tiene mucha sensibilidad este poema. Me gusta de verdad porque me recuerda que cuando era niña, pensaba, inocentemente, que los ojos claros veían del mismo color que tenían. Saludo tu inspiración y a la nena de mirada azul.
Yaja
Muchas gracias
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