Entre la vida y la muerte.

Fernando Espinoza

Sin divisarlo, a mis oídos llego desde la lejanía un estruendo ensordecedor, inconfundible, que somete bajo temor absoluto a quien lo escucha; pero el temor que irradiaba de mí no fue producto del peligro que corría mi ser sino consecuencia del delicado hilo del que pendía el destino de mi vida, vida la cual, en ese instante y talvez por sobre salto, sostenía en mi mano más fuertemente como nunca antes lo había hecho. Y es que es verdad que en los más desesperanzados momentos no nos queda de otra más que aferramos a esto, ahora bien, desde hace tiempo ella es mi vida entera y por ende no soltare su mano, ni ahora ni nunca. Tan irónico como cruel es el destino cuando todo se resume a un instante de vida o muerte consecuente del arrebato de ira y odio de los hombres que, regresando a nuestro hogar, desataban una riña con armas de fuego en la que nos vimos inmersos de repente y sin siquiera advertir la causa por la cual se se tiraban los dados y se apostaban nuestras vidas; la mía tiene unos ojos demasiado hermosos como para ponerse en juego de ésta manera ¡maldita sea!. Ahora todo es confuso; detonaciones por doquier aturden mis sentidos ¿Qué hago? ¿Dónde estas? ¡mierda!. Sostengo su mano, lo sé, puedo sentir que me aprieta ansiosamente, como deseando desesperadamente que todo termine, debo hacer algo ya. Respira; tranquiliza te, es menester; nos reubicamos para quedar bajo el amparo de un auto estacionado próximo a nosotros.He aquí sentados, uno a un lado del otro, tan cerca como si nada más en este mundo tuviese importancia alguna más que estar juntos. Volteo la mirada, ella se aferra con ambas manos a mi brazo, esconde su rostro en mi hombro y aprieta los ojos, sollozan; parece tan frágil que me parte el alma en dos; entonces busco con mi palma su mejilla y con mi mano la suya, acaricio la primera y sostengo firmemente la segunda, siento como su respiración se relaja, abre sus ojos lentamente y me mira, se siente como el amanecer de un nuevo día, porque en su mirada se despliega el horizonte, sus ojos emiten la calidez del Alba y a su brillo le atribuyo el sol naciente. “Todo estará bien” le susurré al oído “ahora lo sé” me contesta. Mientras tanto la disputa continuaba y conforme pasaban los segundos el estruendo era menor hasta el punto de cesar completamente, así que salimos de nuestro escondite con el único deseo de salir de esto. Caminamos rápidamente entre lo que el odio del hombre dejó a su paso. Yo contemplaba todo eso cuando un sobresalto de mi vida arrebató mi atención; sentí que mi cuerpo entero se paralizó a causa del temor al ver a un hombre que en la distancia nos apuntaba con un arma. La desesperación me asaltó, palidecí y me entregué ante la única resolución que encontré, así que me interpuse entre la vida y la muerte… sólo se escuchó una detonación mientras seguía sosteniendo su mano a desvanecerme en el olvido pero eternamente viviendo en su recuerdo.

  • Autor: Fernando Espinoza (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de febrero de 2017 a las 16:40
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 40
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