El laberinto de José

Esteban Mario Couceyro

 

José, o como su círculo le dice “Hose”, así con esa indolencia verbal de la juventud postergada de hoy en día…, me detengo, debo empezar por lo formal, sino no entenderás nada de esta historia oscura.

 

José Máximo Schiuffo, un tipo ya grande para adolescente, de unos veintisiete años, según me dijeron en un tiempo había vivido en pareja, hasta que ella se dio cuenta de las dificultades emocionales de “Hose”.

 

La actividad, que lo unía a la sociedad formal, era la de ser empleado administrativo de un gran supermercado, logro obtenido con poco mérito debido a ser hijo de un gerente de esa empresa.

 

De aspecto poco favorable, compensaba el continente, con un pretendido desenfado en su personalidad, que lo hacía parecer un tipo exuberante en el trato.

Fanático del cine de ficción y los cómics tipo animé, su entorno ayudaba a la enajenación de la realidad. Colecciones indigeribles de esos personajes de grandes ojos y posturas poco naturales, con maquetas y hasta una espada de la película Star Wars.

 

Lo más patético, era verlo en soledad, vestido con esas ropas blandiendo la espada luminosa y la máscara que ocultaba el verdadero rostro de José.

 

Como todo joven, su existencia se canalizaba en la internet. Cuando llegaba del trabajo, comía sus espantosas raciones de pizzas, empanadas, hamburguesas y toda alternativa alimentaria, que pueda ser trasladada mediante delíbery, empujadas por bebidas cola con mucha azúcar o sin ella, le daba igual.

Como decía, comía frente a la computadora, no una común, contaba con un monitor de sesenta y dos pulgadas, un verdadero universo que se habría infinito como si estuviese en el puente de mando de una nave intergaláctica. Un auténtico Capitán Picard, sentado en la comodidad del sillón Berger, con una mesita para la comida al lado y su teclado inalámbrico.

 

Masticaba y tragaba una hamburguesa de dudoso gusto, aplacada por incesantes tragos de gaseosa, que desencadenaban sonoros eructos y alguna otra manifestación de su maltratado organismo, cuando en la pantalla ve algo inusual.

 

Era un correo, una promoción de unos cómics manga japoneses, como le dicen “Hard”, por lo general groseros esperpentos pornográficos, que no merecen mayores comentarios.

Cuando lo lee, José sabía además del elemental uso del español, el ingles y un incipiente japonés. Observa que promocionaba una posibilidad de hacerse de un premio dinerario, con poco esfuerzo, eso lo interesó sobremanera.

 

Mientras limpiaba las manos de los restos de pizza, siguió leyendo la propuesta, se trataba de algo así como oficiar de jurado, en la eliminación de alguien, en no sabía qué situación.

Pensó y asoció rápidamente, en esos programas de reality. Con las versiones del Gran hermano, que alguna vez vio.

 

En la pantalla observó que para ganar el premio, debía ordenar la eliminación de solo uno de una lista de nombres, que le resultaban absolutamente desconocidos.

No explicaba otra cosa, solo esa lista de nombres, con el lugar de procedencia de cada uno.

A pié del mensaje, aclaraba que el pago prometido, de diez dólares, se haría efectivo por transferencia bancaria, a la cuenta que él destine y que para ello debía transcribirla.

Para ver si era acreedor al cobro, solo debía observar las noticias de los siguientes dos días.

 

José, quedó pensativo, mirando la máscara de Darth Vader sin saber si detrás de ese mensaje había alguna trampa, ya que le pedían el número de su tarjeta de débito, dónde cobraba el sueldo, la única que disponía.

 

Terminó la gaseosa y con un gran suspiro, comenzó a escribir el número de la clave bancaria única de su cuenta.

Luego con rapidez, eligió un nombre de la lista, mientras pensaba intrigado, de que reality se trataba.

El cursor, se detuvo en Alfredo Ariel Hernández, de la ciudad de la Plata, Provincia de Buenos Aires.

Terminado el asunto, José, más relajado, se apoltrona en el sillón, dispuesto a ver una película, de las pocas que tiene pendiente conocer.

 

Ya han pasado dos días, desde su opción y apenas llegado de su trabajo, abre la página del principal diario, tal como decía esa inquietante página.

Comienza a ver los sitios de espectáculos, creyendo encontrar el reality, donde Alfredo Ariel Hernández, hubiese sido eliminado, para entonces saber que había ganado el premio.

 

José no encontró referencia alguna en ese sitio de la farándula.

Intrigado y también frustrado, abre el sitio del banco y busca el Home banking, ansiosamente digita sus claves de acceso, abre la cuenta y busca los ingresos.

 

En primer término, aparece el crédito, del equivalente exacto a los diez dólares prometidos, José relajado se recuesta sobre el respaldo y exhala una intensa bocanada de aire, al darse cuenta que no había sido infiltrado por un virus, que todo era un juego veraz y que le habían pagado por eliminar a un tal Alfredo Ariel Hernández.

 

José regresó a la página del diario, intrigado en dónde figuraba el nombre de ese tipo y de qué programa o reality, había sido eliminado.

Leyó hasta las recetas de cocina, hasta que perdido en un rincón poco destacado de las necrológicas, ve un aviso que le impactó.

 

JoséArielHernández--q.e.p.d.--
Falleció el 2 de febrero de 201
6 a los 34 años de edad. Su esposa Marta Hammerlich; sus hijos Julio y Marcelo; y demás deudos participan su deceso e invitan a acompañar sus restos hoy a las 10.30, para su inhumación en la necrópolis local a las 11. Casa velatoria Salta 668 Sala C, hasta hoy a las 12. Empresa La Serena. S.A. Servicio a cargo de Alborada Seguros de Personas S.A.

 

Quedó atónito, su pulso aceleraba como una motocicleta, antes de largar una carrera, no daba crédito a lo que veía, sentía una mano inmensa aplastando sus hombros.

Rápidamente, buscó con mayor detenimiento, en la edición del día anterior, en las policiales, su instinto guiaba la búsqueda, hasta encontrar

 

 

Un contador, fue asesinado de un disparo, por un supuesto asaltante que intentó robar en su casa de la calle 12 de la Plata, informaron hoy fuentes policiales.

La víctima fue identificada como José Ariel Hernández, de 34 años, quien, de acuerdo al informe policial, fue sorprendido por un asaltante cuando fue a abrir el portón de su casa sobre la calle 12 al 852, de la ciudad capital.

El hombre intentó resistirse al asalto cuando pretendía guardar su automóvil y se trabó en lucha con el asaltante, quien con un arma de fuego, lo hirió de muerte en el cuello.

El contador murió desangrado en el lugar ya que el servicio de emergencia que llegó constató su deceso allí.

El homicida huyó y era intensamente buscado por la Policía Bonaerense este domingo. Herrera, de profesión contador público, deja una familia compuesta por su esposa y dos niños pequeños.


José no pudo cambiar la pantalla, hasta entrada la noche, cuando se levanta del sillón para ordenar una pizza completa y dos botellas grandes de gaseosa.

Llegado el pedido, lo dispuso en la mesita y comenzó a comer una porción de pizza, mientras sin pensar cambia la pantalla y abre automáticamente el correo.


En primer término, está ese correo, lo abre y lee con pausa, como internándose en las más peligrosas zonas de sus héroes de ficción, deteniéndose en una frase.


Lo felicitamos, por su acierto y queda usted habilitado para su nueva posibilidad, esta vez se verá beneficiado con el crédito automático en su cuenta de un importe de U$S 1000 o su equivalente local, para lo cual deberá elegir quién será eliminado en el día de mañana.

 

Seguido, se desplegaba una larga lista de personas eliminables.


José, continuó comiendo una a una las porciones de pizza, vació una de las botellas de gaseosa y se levantó para ir a bañarse.

Demoró más de lo acostumbrado, lavándose los cabellos, los que cuida con varias e inútiles cremas, se afeitó para luego lavarse los diente y concluir mostrándolos al espejo, satisfecho de la blancura obtenida con esa nueva crema dental.

Fue al dormitorio, puso la alarma para despertar a la mañana siguiente, se vistió con su mejor pijama y observó el resplandor del monitor, en la sala.

José, como si arrastrase su propio destino, caminó lentamente a la sala. Tomó la máscara de Darth Vader y colocándosela, de sienta en el puesto de mando.

Por unos instantes, recorre los instrumentos de la nave, para detenerse en la pantalla donde recorre la lista de destinos.

Los lee con detenimiento y gran cuidado, por dos veces, deteniéndose en el quinto renglón, que lee en voz alta, Eduardo Carlos Arestiza, Rosario provincia de Santa Fé.

Pasa un vacío de tiempo en la pausa, hasta que aprieta la tecla del mouse, autorizando la nueva eliminación.


  • Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de febrero de 2017 a las 11:23
  • Categoría: Surrealista
  • Lecturas: 44
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Comentarios1

  • Beatriz Blanca

    Si algo escalofriante tiene la historia es la frialdad con que se maneja José.
    Me he quedado sin palabras.
    Un saludo y hasta mañana.

    • Esteban Mario Couceyro

      José, es un espectador de esas vidas encapsuladas, hoy en pendrives y discos duros. Él ha perdido las sutiles fronteras entre la realidad concreta y esa realidad...,que por algunas fisuras, se mezcla con él. Cuantas veces, hemos estado viendo tiroteos feroces, mientras tomamos café, pero a estos personajes hay veces que alguna bala, los hiere.
      Hoy vemos muchos "José", más de los que sería deseable.
      José, pasa lentamente, por un accidente, solo para ver...
      Un abrazo
      Esteban



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