ROCKOLA Y BAR

José Roberto Vásquez

 

 

Voy al bar con los colegas, por justificación mediática del sumo Pontífice para mejorar mis relaciones.

 

Ya sentado a la mesa a la espera de su llegada y con la bebida en mi mano, empiezo a sentir una profunda soledad y un gran sentido de culpa, al estilo del síndrome del delincuente.

 

Siento que el tiempo se agota en esa hora estática y eterna que corre paralela a mi tristeza.

 

En mi imaginario cruel se me cruza la imagen de esa mujer que mantiene mis ideas en el filo de este mundo hostil y a veces hermoso con sus momentos que son casi claros; ?se hará realidad tener frente a mí a esa mujer que nunca ha estado pero que se encumbra en mi cabeza extrañamente para mi gusto?

 

Como dije alguna vez:  Siempre he estado abierto al amor, pero detecto que todo mundo juega al escondelero.

 

Sé que en el fondo pensamos que hay historias con finales felices, pero que nadie se atreve a vivir sin antes asegurarse que la cosa  deba de ser como tal; y ahi te la vas pasando; nada más ruin en la vida que tenerle miedo a lo que más se aspira.

 

! Eso lo tiene que descubrir cada uno en su tiempo! , Te dicen los extranamente modernos conservadores para que les acompañes en su nueva soledad.

 

Los amigos empiezan a llegar al bar y todo el ambiente mejora; la música suena mejor cuando al tocarla en la rockola otros la escuchan junto a uno.

 

Y entre cerveza y otra surgen los comentarios de la vida; ! Hay que hablar de todo un poco ! Como el dial de una radio hasta encontrar el tema ideal que dará mantenimiento al encuentro; pero ahí esta de nuevo ese vacío de corazón desocupado tratando de imaginar la carita bonita con la sonrisa que nunca se volvió real tal vez por los estereotipos  o porque nunca surgio la iniciativa básica de exponerse ante el otro y tratar de comunicar atracción, es decir, atreverse a hablar con ella.

 

Y ahí va la tarde que se convierte rápidamente en noche y ya los primeros amigos se van despidiendose uno a uno servidos por el deleite de la compañía y la desiderata que queda latente para la próxima vez que cada quien haya descartado a partir de la implacable realidad más de alguno de sus sueños y lleguemos nuevamente al bar y repitamos la rutina de querernos al estilo del bohemio que no tiene más remedio que disfrutar.

 

Esa bohemia necesaria para no perder la visión de conjunto y la solidaridad que se esfuma por la ceguera que se mantiene por  la ilusión de confundir la racionalización tecnológica  que da a cada uno solo una parte estanca y puntual de la vida, con la racionalidad humana que nos une históricamente.

La rockola está tocando ya la última canción y en la mesa solo quedamos un colega y yo haciendo el resumen  de la reunión; un minuto de silencio buscando cada uno las palabras precisas para dar el cierre final.

 

Nos despedimos mano a mano y un abrazo lejano desearnos suerte en el camino y cada uno se va por su lado para seguir siendo, " cada uno es cada cual ".

 

La mujer de mi ensueño se ha ido tambien.

 

 

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