2. Amazona

Amazona, decidiste cuidar de mí. En mi melancolía, miro desde dentro de mí, y observo una cueva. Donde el eco resuena de todo menos tú. Pido disculpa por eso, la mayoría de las veces tomo en serio cosas que no tienen importancia. Amazona, fuiste la encargada de vigilarme. De ofrecerme protección, de reír cuando yo reía, de llorar cuando lo hacía. Tu voz resuena en mi cabeza hoy como una armónica solitaria en el lugar más desolado del mundo. Estas lejos de mí, a miles de kilómetros, el destino lo quiso así. Y aunque me doy golpes de pecho por los momentos en los que siento que te olvido, a veces es inevitable, aun así lo intento encendiendo una llama, tu recuerdo que es la yesca y este poema la chispa. En los días en la que siento que ya nada vale la pena, prendo esta hoguera que es lo único que me cobija en las  noches que parecen a veces eternas. Cuando todos se reían de mí siempre estuviste allí para hacerlos callar. Ya era hora de dedicarte algo, a ti, a una de las pocas personas que de verdad se merecen un poema de este poeta ingrato.