“43 formas de olvidar”

Abrí de par en par cada ventana,
no sé si quería ver el sol o tal vez, irme detrás de
la brisa. Posiblemente te vi corretear por las
ondas que deja el céfiro, como un chiquillo de barrio.

Estrené el olvido vociferando tu nombre, creí que
dolería en demasía pronunciarte sin vivirte; sin embargo,
subsistí tantos abriles pintando azucenas en lápidas de tierra
que hoy, que llegó el abandono, le recibí con un té y muchas historias.
No más soledad.

Omití cada portazo renegado que alguna vez fue esperanza,
me conjugué con verbos que terminaron en “ir” aunque
nunca me hubiera ido; seguramente el brío que le rozó las
piernas la hizo echar a andar, dejando todo y sus mascotas
entre cobijas rotas y siluetas de un mal amor.

Estarías orgullosa de mí por olvidarte,
que aunque vista con tu ropa ya no piense en tu sonrisa;
hasta tu aroma se ha ido de casa inventándose mil excusas
para volver, y yo, rodeándome entre promesas que aunque
no entiendo, sigo usándolas con tu nombre para soñar.

Fueron 43 historias que me inventé desde tu partida,
empezando por un maltrato de rosas cosquilleándome los pies,
pasando desapercibida por tu sonrisa inocente que se volvía
cómplice de la mía cuando ambas echaban la hilaridad,
y acabando en una piscina de hojas secas dibujando el nombre
de triunfo sin laurel de victoria.